Gloria Zaldívar Vallejo
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mética de la vida. Dos y dos son cuatro, dos y dos son cuatro, dos y
dos son cuatro. Sobre todo Fidel. Sobre todo el pobre Fidel.
Lo imaginaba perfectamente, el rostro endurecido por el amor
a los principios, la mirada fulgurante y ansiosa, el dedo pulgar erec-
to y tenso, con la animosidad de un unicornio que se dispone a la
pelea. (92)
El encuentro de Gregorio con el concepto de justicia de los hom-
bres y mujeres de Acayucan, que incluso justifica el homicidio en
aras del amor, es un factor que sus camaradas de partido desco-
nocen.
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Sumado a ello, el destino de la historia está presente en el
significado de los nombres de sus participantes. Es curioso que
Epifanía es el nombre de la manifestación, de la revelación divina
de Cristo; que Gregorio significa “el que vigila” y es el nombre de
uno de los cuatro Padres de la Iglesia. En la novela, Gregorio hace
las veces de un Sumo Sacerdote que adapta el concepto de reden-
ción a la pauta natural de Acayucan de dar a cada quien lo que
merece. La justicia y el amor que encarnan Epifanía y Gregorio se-
rán los que ha puntualizado Paul Ricoeur en relación al Dios de la
Biblia y su relación con la historia de la comunidad (libro que,
como ya se mencionó, indudablemente Revueltas toma en cuenta
para toda su obra):
Es una perspectiva puramente narrativa. Dios es el metahéroe de una
metahistoria, que engloba mitos de creación, leyendas de patriarcas,
una epopeya de liberación, de errancia y de conquista; una cuasihis-
toriografía de monarcas y de reinos; de Dios se habla aquí [en la Bi-
blia] en tercera persona, tanto en el sentido de un superagente […]
o de un superpersonaje […]. Esta nominación narrativa de Dios sus-
cita lo que Von Rad llamaba una “teología de las tradiciones” que
oponía globalmente a una “teología de las profecías”. Ahí sólo es
designado oblicuamente a través de los acontecimientos fundadores
en los cuales la comunidad de interpretación se reconoce arraigada,
instaurada, instituida. Son esos acontecimientos mismos los que
nombran a Dios.
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Es interesante cómo Rosa Luxemburgo apreció que la clase trabajadora no
debía ceñirse a un plan teórico, sino que debía forjar su propia consciencia basada
en sus creencias para lograr su liberación, su propia historia.
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Paul Ricoeur, “Capítulo II. El conflicto de las interpretaciones. 3. La inter-
pretación como ejercicio de la sospecha”, en
Freud: una interpretación de la cul-
tura
, pp. 67-78.
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