Gloria Zaldívar Vallejo
65
En
Los días terrenales
otras palabras que no son expresadas,
pero que tienen su carga de sacralidad al revés, son las del arqui-
tecto Jorge Ramos, quien desde su ideología burguesa supone
que puede ser o es coherente consigo mismo. Ramos tiene un es-
tudio donde realiza sus planos, sus críticas de arte y recibe a su
amante; porque está convencido que sólo es posible vivir median-
te una doble moral (para beneplácito de su buena conciencia, su
esposa lo sabe). Con la justificación de su conducta puede permi-
tirse creer que es un artista incomprendido y que es partidario leal
de la ideología de izquierda. Incluso por designio de Ramos, incon-
gruentemente la casa matrimonial (donde su esposa continúa vi-
viendo) es el lugar de las asambleas de los miembros del Partido
Comunista, con los que ha trazado una declarada independencia
–palabra sagrada para Ramos– ya que su participación con el par-
tido ha sido distante, sin nunca llegar a comulgar, a comprometer-
se, con las causas de los trabajadores:
La palabra independencia
12
encerraba para Ramos una serie de de-
rivaciones en todos los órdenes, en el estético, en el filosófico, en el
amoroso. Era una suerte de clave para conducirse a través de los pro-
blemas de la vida sin que estos problemas lo comprometieran. Ra-
mos tenía una disposición casi orgánica y por ello sumamente eficaz
para impedir que germinasen en su interior esos conflictos morales
que en otras personas constituyen un martirio, pero sobre cuya na-
turaleza él tenía conceptos absolutamente sin complicaciones. En-
tendía por independencia la libertad de no encontrarse sujeto a de-
masiados deberes para con sus semejantes, y en esa forma su idea
del bien se limitaba a considerarlo como ese criterio que consiste en
administrar con juicio las virtudes propias, a modo que arrojen un re-
sultado útil y tangible, pero aplicadas con medida y sin esa sensata
prodigalidad infecunda de quienes pretenden vivir sólo para los de-
más. En tanto que, de manera muy relativa, podían tomarse el mal y
el bien como valores estables, el hombre los practicaba indistinta-
mente y sin discriminación, según sus circunstancias. Éste era un he-
cho del cual sólo se podía concluir, como noción ética, el criterio de
necesidad, o sea el del bien y el mal necesarios. (146-147)
12
El subrayado es mío.
Revista_43.indb 65
05/11/14 08:54