47
REVUELTAS: UN APOCALÍPTICO
NO INTEGRADO
No conocí a José Revueltas, el escritor, pero sí sus escenarios, des-
de pequeño. Mi padre, chofer ferretero de oficio, laboraba por el
rumbo de La Merced, en la Candelaria de Los Patos, barrio cercano
al Cuadrante de la Soledad. Se levantaba de madrugada, aborda-
ba un camión de los llamados chimecos de Ciudad Nezahual-
cóyotl, y los fines de semana lo esperábamos en la clínica del
IMSS
ubicada en Corregidora y Circunvalación y paseábamos su familia
y él por el ahora Centro Histórico, más allá de la Alameda, en oca-
siones hasta Chapultepec.
El Cuadrante de la Soledad era sórdido, plagado de prostis,
padrotes, albañiles, comerciantes de frutas y verduras, diableros,
cargadores, conductores de camiones fruteros. Pero no había leí-
do a José Revueltas, el escritor, hasta que ingresé al bachillerato y
después de Rulfo, Fuentes, Rojas Gonzalez, Paz y su Laberinto, al-
gunos clásicos y los imprescindibles del llamado boom latinoame-
ricano...
Nosotros, mi madre y dos hermanos, vivíamos en un salitral lla-
mado las Colonias del ex Vaso de Texcoco, desde la década de los
cincuenta, en el caserío poblado por inmigrantes llegados del cam-
po a la ciudad, que a la postre sería el municipio 120 del Estado de
México. Lodazal cuando las lluvias arribaban, terregal en tiempo de
secas, nuestro territorio bien pudo ser escenario y semillero de per-
sonajes para poblar cuentos, novelas, crónicas, reportajes, ensayos
de Revueltas. Era la pobreza en una ciudad dormitorio que cobró
fama mundial gracias a la carencia de servicios urbanos, fuentes de
empleo, infraestructura de salud y educación... Éramos jodidos sin
Dios en la Tierra, en algún valle de lágrimas, pagando quién sabe
Emiliano Perez Cruz*
* Escritor y periodista.
Revista_43.indb 47
05/11/14 08:54