Tema_y_variaciones_44_completa - page 111

Marcela Quintero Ayala
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Según Yuri M. Lotman, “el que juega debe recordar al mismo
tiempo que participa en una situación convencional —no auténti-
ca— (el niño recuerda que el tigre es de juguete y no le teme) y no
recordarlo (en el juego el niño considera que el tigre de juguete
está vivo)”.
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Al parecer, los personajes infantiles de
¡Pájaro, vuelve
a tu jaula!
por momentos olvidan que participan de esa situación
convencional, así que contemplan y dominan el mundo desde el
juego, como cuando se suben a los zancos de Ramón y se sienten
engrandecidos, perdidos en un tiempo infinito, por lo que toman
el mundo entero como un escenario para jugar: “Yo corría de un
lado a otro de la plaza zarandéandolos de uno a uno, pues como
que estaban encantados, no se despertaban. Hubo un momento
en que me sentí decepcionado y perdido”.
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En ciertas ocasiones el grupo se divide entre los que se bajan
de la carreta para recolectar huesos y los que prefieren quedarse,
entre los que toman “en serio” el juego y los que se avergüenzan de
decir que van a una mina a buscar un tesoro, entre los que piensan
que el mapa de Manuelillo es un engaño y por eso prefieren seguir
su propio camino alumbrado por una lámpara y los que buscan el
triángulo que según este mapa es el lugar donde se encuentra
el tesoro. Incluso, cuando todos están en un estanque que hay
adentro de la mina, unos piensan que tiene forma de círculo y
otros que tiene forma de triángulo. Dichos conflictos representan
una crisis de creencias, que comienza a afectar la naturaleza del
juego.
Es importante hacer notar que la excursión a la mina se inspira
en la narración que los personajes infantiles hacen de las historias
“de espanto”, que forman parte de la tradición oral que el relato
autopostula. Es decir, ellos enfrentan miedos heredados y desafían
dichos colectivos, a partir de una “ocurrencia” (como la llama So-
naja), que comienza como un juego infantil y que el destino revierte
para convertirla en su propia historia macabra.
Desde la novela
Donde deben estar las catedrales
(1984), Se-
verino Salazar representa las dos caras del juego: el placer y el do-
lor. En ésta vemos al personaje de Crescencio jugando, durante su
infancia, a que camina entre las nubes, mirando el cielo a través
de un espejo que sostiene debajo de la quijada. Lamentablemen-
9 
Yuri Lotman,
Estructura del texto artístico
, p. 85.
10 
S. Salazar, ¡
Pájaro, vuelve a tu jaula!
, p. 103.
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