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Marcela Quintero Ayala
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Atocha (muy diferente, por cierto, a la virgen española). Lo cierto
es que esta imagen reúne símbolos de distinta procedencia, algu-
nos de los cuales encontramos misteriosamente en el personaje de
Magdaleno de Atocha, en
¡Pájaro, vuelve a tu jaula!
:
[...] la presencia de símbolos católicos institucionales en el santo Niño
de Atocha, como el pez, el ancla y la imprescindible cruz, al lado de
los símbolos del constructo popular: la concha del peregrino, el bácu-
lo y sobre todo, la canasta y el guaje de agua, además de los dulces,
los alimentos, las frutas, los juguetes, que el fervor popular acumula
al niño santo.
16
Su atuendo de peregrino y el aspecto de su rostro se relaciona más
con un niño de diez años que con un bebé de un año; en este sen-
tido nos recuerda a Elewua y también a Magdaleno de Atocha,
quien a diferencia de Elewua, es tranquilo y silencioso. Sin embar-
go, los niños que lo acompañan en la excursión revelan su parte
bromista. Dentro del relato, Magdaleno representa la importancia
de las creencias y prácticas religiosas, que se transforman y actua-
lizan. Además, es el acompañante espiritual que les descubre a sus
compañeros que más que un viaje o una excursión, ellos están rea-
lizando una peregrinación cuya meta es la conexión con lo divino,
la trascendencia.
Jung nos explica que paradójicamente, el niño, en tanto mito,
es invencible y, al mismo tiempo, fuerzas terribles amenazan con
destruirlo, ya que por un lado, es “nimio”, desconocido, y por
otro, divino. El “
Puer Aeternus
” podría estar representado en la
muerte de los once niños, que según el arquetipo junguiano, sería
una prerrogativa divina. En este sentido, Sonaja, en tanto adulto,
vive el conflicto de su conciencia y como niño, disfruta del placer
del juego desde su inconsciente. Necesitaría, entonces, reconocer
su sabiduría interior y equilibrarla con su creatividad desbordada e
infinita para alcanzar la totalidad.
La Ladera de las Once Cruces “es una marca a la orilla del ca-
mino que nos advierte que a partir de ahí el mundo cobra otro sig-
nificado, tanto para los que suben como para los que bajan”,
17
16 
Anna María Fernández, “El santo niño de Atocha: origen, función y actua-
lidad”, en
Cuicuilco. Revista de la Escuela Nacional de Antropología e Historia
,
núm. 27, enero-abril, 2013, p. 8.
17 
S. Salazar,
¡Pájaro, vuelve a tu jaula!
, p. 173
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