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Tema y variaciones de literatura 44
nuevos microcosmos, determina roles actanciales, libera la creati-
vidad y aligera dilemas existenciales.
Los únicos representantes en
¡Pájaro, vuelve a tu jaula!
de
aquellos seres dolientes, enfermos, solitarios, vagabundos, exilia-
dos del mundo, divididos, mutilados, que pueblan muchas de las
narraciones de Severino, son el viudo de Dios, el tío de Sonaja y
don Herculano, quienes al igual que el ingeniero y la corte que lle-
va a los novios, les salen al paso para darles mensajes que los niños,
asumidos en su rol dentro del juego, no alcanzan a comprender.
Sonaja es representante de los adultos en esta aventura, ya
que él conduce la carreta (por eso revisa en varias ocasiones que
los rieles vayan derechitos, como se lo decía su padre) y es respon-
sable de sus amigos y de su hermano menor. Sin embargo, como
“juega a ser adulto”, no puede asumir por completo este rol, es
por eso que le molesta poner orden entre sus compañeros y, per-
dido en el tiempo del juego, pasa por alto aquella advertencia del
padre de nunca sacar la carreta de noche, acción que lo conduce
a su destino fatal.
Dentro de la narración, muchas veces los niños son conside-
rados como grupo, que destaca por su ambiente de confianza,
entusiasmo y camaradería. Sin embargo, sobresalen rasgos que
permiten identificarlos como individuos: Casimiro siempre tiene mu-
cha sed, por eso le dicen Cuajo Seco; José está bizco, lo que cauti-
va a sus compañeros; Arturo, hermano de Sonaja, tiene una cica-
triz que se arruga después de decir algo que provoca desconcierto;
de Manuelillo sobresalen su fe e imaginación (incluso dibuja el
mapa de la mina); a Jesús el de don Elías, el Gorguz, lo distingue su
ambición y su sentido práctico de la vida; los hijos del Trueno son
especiales porque Ramiro cuida de su hermano y es el único que
comprende su lenguaje, ya que Álvaro, quien es mayor que todos,
tiene capacidades diferentes que lo conservan en la más pura ino-
cencia: dentro de la bolsa de su pantalón dan vuelta tres monedas
que nunca gasta porque representan toda su fortuna. Solamente
Andrés, el miedoso, abandona la misión sin decir nada, como si
hubiera tenido algún mal presentimiento.
En el camino se unen dos integrantes más: Ramón, el chivero,
quien a pesar de ser rudo y maleducado, los deja subirse en sus zan-
cos y Magdaleno de Atocha, enigmático personaje, que lleva pren-
dido a su ropa un broche del que cuelga una conchita de mar y que,
silencioso y atento, va repartiendo semillas a lo largo del camino.
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