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Ezequiel Maldonado y Concepción Álvarez
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códigos estéticos establecidos. A partir de una honda vivencia per-
sonal de los valores de esas culturas otras, nutridos por una extensa
documentación y elaboración literaria, han logrado una rica ficcio-
nalización de sus respectivas regiones, llegando a hacerlas así más
asequibles, literalmente más legibles, para una comunidad lectora
que –dentro o fuera de América Latina– es relativamente ajena.
21
De acuerdo con la propuesta de Ángel Rama, la lengua popular de
este narrador zacatecano transita de la subordinación a la centra-
lidad, ya no hay oposición entre lengua del narrador y lengua de
personajes populares sino el establecimiento de una nueva jerar-
quía: la voz de
la plebe
, la voz
campirana
, será la que narre en el
escenario principal de sus textos; una voz plena y confiada mani-
festará su visión del mundo. En el pasado permanecerán balbuceo
y timidez impuestos por el dueño de la transmisión, el narrador
blanco-mestizo, también las formas dialectales, usadas como me-
ras argucias esteticistas del escritor indigenista o colonizado. Sala-
zar, por el contrario, impone formas sintácticas o léxicas propias
de su habla coloquial, especie de traducción de estructuras men-
tales pertenecientes a los ámbitos en que se mueven sus persona-
jes.
22
Oralidad, se le ha llamado también
oraliteratura
. En la narra-
tiva de Severino Salazar se expresa en la fiebre o delirio por hablar
de personajes con oficio de hablantines: “Y usted ya llevaba como
dos horas hablando de usted mismo […] Y usted debe haber ido
metidísimo en su plática y sin darse cuenta de nada y ella sumida
en sus pensamientos […] y usted iba entusiasmado y feliz con la
plática” (“Espinas de plástico”); “Yalula, la mujer de fuego” cede
un espacio que ya domina y en el que ha triunfado, el escenario
cabaretero, y se instala de tiempo completo en el escenario de las
confidencias, donde se establece un código de mutua compren-
sión con un imaginario interlocutor, en una interacción a través del
lenguaje popular de Yalula, un intercambio entre colegas, cuyos
saberes resultan complementarios: “No, no nunca. Qué esperan-
zas. Aunque te diré […]”; “Dame uno de tus cigarros, que veo que
te los fumas muy sabroso […]”; “[Me hice unas correcciones del]
busto. Tú sabes que los hijos se las acaban […] Ahora, ¿me quieres
21 
Ibid.
, p. 61.
22 
Vid.
Ezequiel Maldonado,
loc. cit
.
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