Tema_y_variaciones_44_completa - page 93

Edilberta Manzano
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el presente tiene sentido, aunque ese presente no vaya a parte al­
guna”,
13
pero sobre todo es existencialista por la crisis espiritual
que sus personajes enfrentan.
En las reflexiones de Crescencio Montes se nota una angustia
porque “La vida no puede ser sólo comer, trabajar, dormir, gritar y
ensuciar el campo donde estamos”;
14
esa visión de mundo era un
absurdo para Chencho. Por eso, reflexionaba angustiado respecto
de los hombres que construyeron la catedral de su pueblo, pensa­
ba que “la vida sólo tuvo sentido por estos rumbos cuando se
construyó la catedral”.
15
Claro, porque la construcción de un gran
edificio significaba un proyecto en el cual desbordar energía y tra­
bajo, pero sobre todo permitía mirar al futuro y trascender, proyec­
to del que Crescencio carecía.
En la obra de Salazar la crisis espiritual mueve al individuo al
desorden, a la negación de la autoridad y a asumir la crisis como
parte inmanente de su vida, como un destino al que no se puede
renunciar, esta actitud decadentista conceptualiza muy bien a al­
gunos personajes de nuestro autor, quienes rompen todo vínculo
con lo trascendente. Crescencio Montes quiere aquí y ahora la
vida eterna que se ofrece al hombre que vive en la fe cristiana;
Yalula, la mujer de fuego, desea no entregar cuentas a nadie des­
pués de la muerte, mientras que a Pancracio le parece absurdo ser
juzgado en el más allá. Ninguno de ellos busca ni espera la tras­
cendencia cristiana.
Crescencio reclama en la tierra la felicidad prometida porque tal
vez después de la muerte no haya más que vacío. Igual que para
Jean Paul Sartre la muerte es la nada, el vacío, porque no hay glo­
ria ni infierno que nos espere después de la vida; para los per­
sonajes de Salazar no hay una recompensa después de la muerte,
nada tiene que ofrecerle el paraíso cristiano porque es el presente
el único momento en el que somos.
[Crescencio] Miró el crucifijo en la pared y después inclinó la cabeza,
la dejó caer sobre sus manos abiertas y comenzó a decir muy quedi­
to, como si sospechara que alguien afuera pudiera oírlo: “Quiero
ahora toda la alegría, toda la paz, todo el amor. Quiero ahora un
13 
V. Torres,
Esta narrativa mexicana
, 1991, p. 325.
14 
S. Salazar,
Donde deben estar las catedrales
, 2013, p. 86.
15 
Ibid
., p. 82.
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