cuencia de una sistemática agresividad. (Eí siglo x\'rii no se caracterizó
porque los negociantes triunfadores fueran precisamente pacifistas.) Ade–
más, cuanto más pronto se produjera, la guerra resultaría más provechosa.
Por todas estas razones, la mayoría de la nueva Asamblea Legislativa
(con la excepción de una pequeña ala derecha
y
otra pequeña ala izquier–
da dirigida pot Robespierre) la preconizaba. Y también por todas estas
razones, el día que estallara, las conquistas de la revolución iban a com–
binar las ideas de liberación con las de explotación
y
juego político,
La guerra se declaró en abril de 1 7 9 3 . La derrota, que el pueblo atri–
buiría, .10 sin razón, a sabotaje real y a traición, trajo la radicalización.
En agosto y septiembre fue derribada la monarquía, establecida la Repú–
blica una e Indivisible y proclamada una nueva era de la historia humana
con la institución del año i del calendario revolucionario y por la acción
de las masas de «sans culottes» de París. La edad férrea y heroica de la
Revolución francesa empezó con la matanza dc los presos políticos,
las elecciones para la Convención Nacional —probablemente la asamblea
más extraordinaria en !a historia del parlamentarismo— y el llamamiento
para oponer una resistencia total a los invasores. El rey fue encarcelado,
y la invasión extranjera detenida pot un dramático duelo de artillería
en Valmy.
Las guerras revolucionarias imponen su propia lógica. El partidu
dominante en la nueva Convención era cl dc los girondinos, belicorns
en cl exterior y moderados en e) interior, un cuerpo de elocuentes y
brillantes oradores que representaba a los grandes negociantes, a la bu.'-
guesía provinciana y a la refinada intelectualidad. Su política era absolu–
tamente imposible. Pues solamente los Estados que emprendieran cam–
pañas limitadas con sólidas fuerzas regulares podían esperar mantener
la guerra y los asuntos internos en compartimentos estancos, como las
damas y los caballeros de las novelas de Jane Austen hacían entonces
en Inglaterra. Pero la revolución no podía emprender una campana li–
mitada ní contaba con unas fuerzas regulares, por lo que su guerra osci–
laba entre la victoria total de ia revolución mundial y la derrota total
que significaría la contrarrevolución, y su ejército —lo que quedaba del
antiguo ejército francés— era tan ineficaz como inseguro. Dumouricz,
el principal general de la República, no tardarla en pasarse al enemigo-
Así, pues, sólo unos métodos revolucjpnarios sin precedentes podían
ganar la guerra, aunque la victoria significara nada más que la derrota
de la inter\^ención extranjera. En realidad, se encontraron esos métodos.
En el curso de la crisis, la joven República francesa descubrió o inventó
la guerra total: la total movilización de los recursos de una nación me-
di;intu cl reclutamiento en masa, el racionainiento, el establecimiento d c
una economía de guerra rígidamente controlada y la abolición virtual,
dentro y fuera del pais, de la distinción entre soldados y civiles. Las con-
iccucncias aterradoras d c este descubrimiento n o se verían con claridad
liasia nuestro tiempo. Puesto que
la
guerra revolucionaria
d c
1792-94
constituyó u n episodio excepcional, l a mayor parte de los observadores
del íiglo X I X n o repararon en ella más que para señalar ( c incluso esto
se olvidó en los últimos años de prosperidad de l a época victoriana) que
las guerras conducen a las revoluciones, y que, por otra parte, las revo–
luciones ganan guerras inganables. Sólo hoy podemos ver cómo l a Re–
pública jacobina
y
el «Terror» de
1793-94,
tuvieron muchos puntos de
contacto con l o que modernamente se ha llamado el esfuerzo de la
guerra
t o t a l .
Los «sans culottes» recibieron con entusiasmo al gobierno de guerra
f ' V o l u c i o n a r i a , n o
sólo porque afirmaba que únicamente de esca manera po–
dían ser denotadas la contrarrevolución y la inter\-ención extranjera, sino
también porque sus métodos movilizaban al pueblo y facilitaban la justicia
50Cial.
(l-'asaban por alto el hecho de que
n i n g ú n
esfuerzo cfecti\'o de
guerra moderna es compatible con la deseen [ral ización democrática a
que aspiraban.) Por otra parte, los girondinos temían las consecuencias
políticas de l a combinación dc revolución de masas y guerra que habían
nrovocado. Ni estaban preparados para competir con la izquierda. No
querían procesar y ejecutar al Rey, pero tenían que luchar con sus rivales
los jacoliinos (la «INÍontañan) por este símbolo de celo revolucionario;
l.i Montaña ganaba prestigio y ellos no. Asimismo, querían convertir la
g u e r r a
en una cruzada ideológica y general de liberación y en un desafío
directo a Inglaterra, la
g c a n
rival económica, objetivo que consiguieron.
En marzo de
1795,
Francia estaba en guerra con la mayor parce de Europa
y
h a b í a
empezado la anexión dc tcriitorios extranjeros, justificada por
la recién inventada doctrina del derecho de Francia a s u s «fronteras na–
turales». Pero la expansión йс la guerra, sólo fortalecía las manos de
Ь izquierda,
ú i u c a c a p a z
de ganarla. Entre rephegues e intrigas, los
g i r o n ­
d i n o s
.acabaron por desencadenar virulentos ataques contra la izquierda
V c)rganizar
rebeliones provinciales contra París. Pero
u n
rápido golpe
dc los «sans culottes» los desbordó el
2
de junio de
1795,
instaurando
la República jacobina.
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