Arquitectura
y
medio ambieute
(11
la ciudad de México
miento, y ha habido tan sólo un modesto
incre~
mento en la calidad que prestan [os servicios de
energía (por ejemplo, proporcionar mejores
ser~
vicios para calefacción, refrigeración,
ilumina~
ción, cocción de alimentos y transportación).
Aunque el uso de energía per cápita va ría
am~
pliamente de nación a nación, en promedio, el
uso de la energía por persona es aún más de
nueve veces mayor en los países desarrollados
que en los que se encuentran en vías de desarro–
llo
(WRI,
1998).
El Banco Mundial estima que la demanda
anual de energía en la última década de este siglo
aumentará 6% en los países en vías de desarrollo,
y sólo 3% en los países desa rrollados (Davis,
1990). Otros estudios
(lEA,
1996) revelan que el
total de la demanda de energía primaria en
el mundo, que en el año 2000 llegará a 9 000
millones de tpe, alcanzará valores que van de
10900a 11800millonesde tpeenel año 2010. Los
combustibles fósiles constituirán casi 90% de la
demanda total de la energía primaria en el año
2010, cifras que son muy similares al perfil del
consumo de energía actual.
El aumento en el consumo de los combustibles
fósiles también implica
W1
incremento en las
emisiones de gases de invernadero. Como una
consecuencia directa del incremento de la quema
de combustibles fósiles, las emisiones de
COl
aumentarán entre 30 y 40% para el año 2010, en
un escenario de condiciones de crecimiento eco–
nómico moderado
(WRI,
1998). Si se presentan
tasas de crecimiento económico ma yores, que
demanden mayor consumo de energía (prove–
niente principalmente de combustibles fósiles),
las emisiones serán también mayores. Por lo tanto,
en este escenario, para el año 2010 las emisiones
mundiales de carbón pueden situarse entre 36 y
49% por arriba de sus niveles de 1990. Desafor–
hmadamente, y a pesar del gran potencial que
tienen las fuentes de energía naturales renova–
bles (aquí definidas como solar, eólica, geotérmi–
ca, oceánica, ete.), las proyecciones indican que
su participación, aun cuando registró el creci–
miento más alto entre todas las fuentes de
ener~
gía, creció 0.5% en 1998. Con estas proyecciones
se estima que las fuentes de energía naturales
renovables cubrirán sólo 1% de las demandas
26
totales de energía primaria en el mundo para el
año 2010
(JEA,
1998). Es conveniente señalar que
estos valores omiten el consumo de biomasa. Si
la biomasa es tomada en cuenta, la partici pación
de las fuentes renovables que en 1988 era de 2%,
puede alcanzar de 2% a 8% de incremento de los
requerimientos globales de energía para el año
2020
(\.'lEC,
1997). Los principales factores que
provocarán esta sih¡ación serán el crecimiento
explosivo de la población
y
los procesos de
de~
sarrollo industrial intensivo y de urbanización.
Los altos niveles de consumo de combustibles
fósiles y las enormes disparidades mencionadas
anteriormente han p rovocado diversos efectos
negativos en el medio ambiente, al igual que
severas implicaciones económicas, sociales y po–
líticas en el mundo.
ELpotencial global de las fuentes de energía
naturales renovables es enorme. Por ejemplo,
con ]a pequeñísima fracción de la energía solar
que llega a la Tierra se podrían resolver hasta
20 000 veces las demandas energéticas de los
habi tantes de este planeta (Rostvik, 1992). Otras
fuen tes de energía renovable, como la eólica y la
oceánica, entre otras, tienen un enorme potencial
para satisfacer múltiples requerimientos energé–
ticos., y son alternativas promisorias en la bús–
queda de soluciones para mitigar el deterioro
ambiental y otros problemas comúrunente rela–
cionados con la pobreza, una situación lamenta–
ble que es muy común y cotidiana para mucha
gente que vive en suburbios urbanos margina–
dos
y
comunidades rurales remotas o dispersas
en todo el mundo.
El mejoramiento de la eficiencia energética es
también otro factor importante para reducir el
deterioro ambiental. A este respecto es conve–
nien te señalar que actualmente, de 60% a 70% de
la energía primaria comercialmente disponible
en
el
planeta se pierde en el proceso para sumi–
nistrar los servicios vitales de energía (pérdidas
por conversión, transmisión y distribución), y de
este porcentaje de pérdidas, más de la mitad
ocurre en los usos finales por parte del consumi–
dor
(WEC,
1997). Un ejemplo de estas pérdidas se
tiene en ¡as centrales termoeléctricas, donde la
generación de energía eléctrica aprovecha sólo
30 por ciento.
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