pecíficos, tanto si lo quiere, como si no lo
quiere
ll
.
Entre más claro les parece a los padres, que
sus pautas de pudor y de vergüenza son algo
natural y que la represión civilizada de los
impulsos en algo "evidente", menos compren–
den que los niños no tengan "por naturaleza",
ese sentido del pudor y de vergüenza. Es ine–
vitable que los niños estén siempre rozando
los límites del pudor de los adultos, que tras–
gredan los tabúes de la sociedad y que en sus
manifestaciones emotivas caigan involunta–
riamente en la zona de peligro que los adultos
han logrado dominar. Sin embargo, el acento
emocional que tan a menudo suele darse a las
exigencias de comportamiento del niño, y la
intensidad agresiva y amenazante con la que
amenudo suele defenderse esta exigencia, son
reflejos del peligro que implica el romper las
pautas establecidas por la sociedad".
La
reproducción de las costumbres sociales
en el niño, no sólo se realiza en el ámbito
familiar, sino de una manera muy directa con
se preocupan porque
pautas de comportamiento propias de su clase social.
26
el trato social de la gente. Toda la estructura
de miedos inculcados, se encuentra en estre–
cha relación con el miedo a la pérdida del
prestigio, a la degradación social, a la dismi–
nución de las oportunidades en la lucha de
clases.
La
preocupación permanente de los
padres, sobre si su hijo asimilará o no las
Las concepciones evolucionistas definen al hombre co–
mo "homofaber" antes que como "homo sapiens".
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