considerado como reflejo del predominio de la mo–
dalidad autoconstrucliva, ya que incluso entre los
entrevistados incluidos en programas fmanciados
por la FAC, casi la mitad declaró haber tenido este
tipo dc participación, a pesar de que la generalidad
de dichos programas fueron realizados mediante la
contratación d e empresas constructoras.
La no
parlicipación, por otra parte, no presenta una rela–
ción clara con el hecho de asumirse c o m o miembro
de la organización vecinal ni con la presencia relati–
va d e una unión de vecinos, ya que, por un lado, los
niveles más altos no participación se presentaron
entre los beneficiarios de programas correspon–
dientes a la UVCD / U P i CM - PM y la CRS, los cua–
les estuvieron organizados predominantemente co–
mo "grupo d e la unión d e vecinos" y, por otro, los
niveles asumidos de participación en la organiza–
ción vecinal (Cuadro 5,4) tampoco presentan una
asociación clara con cl origen del financiamiento.
Así por ejemplo, los beneficiarios de los programas
controlados
directamente
por
uniones
( Ü V C D / U P I CM - P M ) , asumieron en una propor–
ción semejante a ios beneficiarios d e los programas
dc FAC, cl f>3% d c los primeros contra el 61% ile
los segundiLs. la pertenencia
.t
una organi/aeiTmve–
cinal.
F.n síntesis, ios resultados de la cncuesla ex–
puestos ha
.4ta
aquí indican las siguientes tendencias,
generales:
1)
una presencia generaüzada y muy sig–
nificativa de las uniones dc vecinos como instancias
intermediarias, presencia que además muestra una
asociación positiva con cl origen del financiamien–
to; 2) bexistencia d e una relación definida entre la
asunción de la pertenencia a una organización veci–
nal y la participación declarada cn el programa de
vivienda y; 3) la generalización de alguna forma d e
parlicipación en las obras, aunque esto no siempre
significa la presencia de la "autoconstrucción".
Ahora bien ¿en
qué
medida este elevado grado
de participación y dc asunción de la pertenencia a
una organización vecinal, implicó efectivamente el
desarrollo de prácticas autogestionarias? Algunos
indicios al respecto se pueden obtener de la distri–
bución d e tas respuestas concernientes a la posibili–
dad d e opinión en relación con las características
de la vivienda y sobre tas formas de organización
(Cuadros 5.5 y 5.6). La gran mayoría d e los benefi–
ciarios, el 73% consideran que pudieron expresar
sus opiniones en relación con arabas cuestiones. La
distribución de acuerdo con el origen del financia–
miento muestra que los niveles más altos de res–
puesta afumativas corresponden a UNICEF,
U V C G / U P I CM - P M y CR.S, en tanto que los más
bajos a C R M y FAC; es decir, los dos casos en que
se adoptó una gestión más centralizada para el de–
sarrollo de los damnificados subordinó claramente
al de la promoción de la organización social de los
damnificados.
De lodos modos, en comparación con el por–
centaje de respuesta afirmativas correspondientes a
beneficiarios del PRHP (Cuadro 5.5), la experien–
cia subjetiva de "haber podido opinar", se presenta
como un fenómeno mucho más generalizado entre
los beneficiarios de programas no gubernamentales,
independientemente del origen del financiamiento,
ya que entre los primeros solo el 35.4% considera
que pudo expresar su opinión.
Si la organización adoptada para participar en
los programas de vivienda y las modalidades de
participación adoptada dieron lugar a prácticas co–
lectivas asumidas como propias por los vecinos in–
volucrados y no como impuestas por otras instan–
cias (dirigentes de ta unión de vecinos, repre–
sentantes de las organizaciones donantes) como
condición para constituirse en "beneficiarios", esto
debería refiejurse, en principio, en la tendencia a lu
permanencia dc la organización vecinal así tomo en
la capacidad de generar respuestas a la nueva .situa–
ción implicada en ta conversión de los beneficiarios
en "copropietarios" dc un "condominio vecinaF.^
En cuanto a la continuidad de la organización,
casi el 80% de los entrevistados consideró que se–
guía existiendo, en tanto que solo el 7.6% respon–
dió que ya no existía organización vecinal (Cuadro
5.7). No existe por otro lado, una asociación osten–
sible entre el origen del financiamiento y la persist–
encia de la organización vecinal, de modo que tal
persistencia se presenta como una situación genera–
lizada que no parece depender de las modalidades
de gestión.
En lo que se refiere a la capacidad para gene–
rar una respuesta a ta nueva situación, traducida en
la encuesta a través de una pregunta acerca de si
existía alguna organización para el "mantenimiento"
de las nuevas viviendas, el 28.3% de los entrevista–
dos afirmó que no existía tal organización (Cuadro
5.8). Este porcentaje, si bien menor al 41% que
proporcionó la misma respuesta en la encuesta a
beneficiarios del PRHP, resulta sin duda elevado si
se tiene en cuenta la virtual imposibilidad de la
eclosión de confiictos prácticamente permanentes
en las viviendas en condominio, cuando no existen
reglas de juego, instrumentadas a través de alguna
forma organizativa, para el manejo de los espacios
1...,395,396,397,398,399,400,401,402,403,404 406,407,408,409,410,411,412,413,414,415,...470