cesaría para convenirse, como ocurrió en la prácti–
ca, en promotoras de vivienda popular.
El anccdotario respecto a los avalares experi–
mentados por las uniones de vecinos que asumieron
este papel, puede resultar inagotable, por lo que
aquí nos limitaremos a tratar dc rescatar, buscando
un cierto grado de generalización, aquellos aspec–
tos que permitan visualizar con claridad, los princi–
pales tendencias que se manifestaron.
En términos de las principales orientaciones
seguidas por las uniones en sus programas de re–
construcción, las tendencias predominantes fueron,
sobre todo en la primera etapa: 1 ) poner en prácti–
ca el procedimiento de autonconstrucción, lo cual
para el caso significaba que los beneficiarios apor–
taran su mano de obra en la producción de las vi–
viendas; 2) proporcionar a su base social comlicio-
nes de pago de las viviendas más blandas que las
ofrecidas por cl programa gubernamental; 3) pro–
ducir viviendas más grandes que los prot .nipos uti–
lizados por RHP, los cuales oscilaron alrededor de
los 40 metros cuadrados.
Por olro lado, las principales dificultades que
enfrentaron están relacionadas con la aplicación de
los recursos; la competencia que objetivamente se
produjo con el programa gubernamental y las rela–
ciones con los grupos que les ¡ircstaror apoyo téc–
nico.
La línea autoconstruttora parece haberse pre–
sentado en general como la alicrnaíiva visualizada
como más claramente popular y como la que supo–
nía el modo más ostensible y evidente de inducir la
participación de los vecinos. En general las organi–
zaciones sociales tuvieron que revisar sus plantea–
mientos al respecto, adoptando diferentes variantes
de contratación de mano de obra especializada o
de empresas constructoras.
Un ejemplo significativo en este sentido es el
de la U P I CM - PM , cuyo programa de vivienda
abarcó 14 predios y alrededor de 300 viviendas:
Vimos que (la autoconstrucción) era un proce–
so muy lento y que la gente tiene que salir a
trabajar; a los ocho meses vimos que nuestras
obras iban muy lentas (...) ante la dinámica quc^
estaba tomando (el avance en el PRHP), nos
vimos en la necesidad de modificar nuestro
planteamiento inicial. Nos planteamos entonces
la
a u l o a d m i n i s l r i L c i ó n i
.|uc
im
[>lÍLaba
c o n t r a t a r
p e o n e s
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c o n i r a l a e i ó n
dc
e o n s i r u e
toras,
Eslo
lo a p r e n d i m o s en el c a m i n o .
En lu
i
|iie respecta a las contliciones de pagíi,
en general las uniones han recibido lo^ recursos en
carácter de donativo, pero se han planteado perci–
bir cuotas dc recuperación que pensaban inicial-
mente üiili/ar para la construcción de más vivien–
das, planleamieniti que progresivamente fue mos–
trando su taráclcr ilusorio. Seguramenle, aun<|uc.
cslo no es fácil de demostrar, la oferta de condicio–
nes más ventajosas jugó un papel signifitaiívo en la
ínfiuencía ganada entre los vecinos por las organi–
zaciones. En parte, la capacidad de convocatoria
obtenida por las uniones puede ser atribuida al he–
cho dc haber llegada a ser percibidas como promo–
tores dc vivienda. Esta circunstancia, además de
haber sido señalarla por diversos observadores, cs
aceptada pnr his propios dirigentes, quienes suelen
reconocer que media un sallo tonsiilcrable enlre la
participación de la gente tomo bencficiaria de un
programa de vivienda y su compromiso con la orga–
nización social.
El objetivo de producir viviendas de mayor la-
maño que las ofrecidas por cl gobierno, aunque re–
sultante en parte de la búsqueda de una mejor co–
bertura de I.is necesidades habitacionales, parece
haber sillo
m.'is
nn
:i
prcocufiaeión de los dirigentes
que de los beneficiarios, (.'omo se ver.'i en l.i pre–
sentación de los resultados dc nuestra encuesta en
el capítulo seis, una buena parle dc los enlrevisla–
dos ignoraban cual era la superficie de su vivienda.
Debe tenerse en cuenta que las propias organi–
zaciones donantes compartían en ciertos casos la vi–
sión de que la superficie construida que ofrecía el
programa gubernamental era muy reducida. Los es-
peeiahstas mexicanos, tanto deniro como fuera del
gobierno, esliman en general que esta no era una
cuestión fundamcnlal, tratándose de programas ma–
sivos de vivienda y tienden a atribuir una mayor sig–
nificación a la capacidad dc crecimiento dc ¡a vi–
vienda, cuestión que al parecer muchas veces no
fue percibida con claridad por las organizaciones
dc damnificados.
El manejo de los recursos constituye un terreno
en cl cual las organizaciones sociales han sido obje–
to de cueslionamicnlo y que en muchas ocasiones
les provocó fricciones con tos donantes.
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