Los suicidad en la literatura - page 111

Carlos Gómez Carro 
109
apretado espacio de la celda y el de la penumbra absoluta en la que
trascurren sus días mimetizados en las noches, rota una sola vez cada
día, cuando desde la techumbre abierta por un instante, le proveen de
alimentos y, sobre todo, puede contemplar un instante al jaguar (lo
llama tigre) que lo acompaña en una celda contigua, separados ape-
nas por una reja (Borges habría visto a un López Velarde tan encerra-
do en su propio arcano como el tigre que contempla). En las rayas
del tigre y en las manchas del jaguar se encierra, en ambos casos, la
resolución de sus enigmas, las que los llevarán al convencimiento
paradójico de que la esterilidad de refutar la soltería y de abolir el
tiempo, en cada caso, es el símbolo maestro de sus dudas.
Una representación alterna de “Obra maestra”, específicamente
de su parte final, había aparecido antes en el relato “Las ruinas
circulares”,
80
uno de los más prodigiosos cuentos del escrito de
Fic-
ciones
. En él, un sacerdote, agotado después de una larga travesía
por el río, llega en “la unánime noche” a las inmediaciones de las
ruinas de un antiguo templo dedicado al dios del fuego. Su medita-
ción final lo lleva a imaginar un hijo que recrea en su pensamiento
con absoluta minucia (cada uno de sus cabellos, los rasgos de su
rostro, el corazón, sus vísceras, su porte), hasta darle, con la compli-
cidad del dios del templo, una vida producto de su sueño. Aplica-
ción cabal del ensueño del poeta mexicano:
Pero mi hijo negativo lleva tiempo de existir. Existe en la gloria tras-
cendental de que ni sus hombros ni su frente se agobien con las pesas
del horror, de la santidad, de la belleza y del asco. Aunque es inferior a
los vertebrados, en cuanto que carece de la dignidad del sufrimiento,
vive dentro del mío como el ángel absoluto, prójimo de la especie hu-
mana.
81
En uno de sus poemas de ensueño y presagio, “Humildemente...”,
López Velarde trashuma el instante alephiano, que es la mirada si-
multánea que Dios posa sobre las cosas del mundo y que, por un
momento, humildemente, le es dado percibir al poeta, “cual si fue-
sen las calles / una juguetería / que se quedó sin cuerda”:
”Tu carroza sonora [la de Dios]
apaga repentina
80 
Véase J. L. Borges, “Ficciones”,
op. cit
., pp. 451-455.
81 
“Obra maestra” (M), p. 279.
1...,101,102,103,104,105,106,107,108,109,110 112,113,114,115,116,117,118,119,120,121,...306
Powered by FlippingBook