Los suicidad en la literatura - page 106

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Tema y Variaciones de Literatura 40
La final hostería
La muerte del poeta se sucede de un modo extraño. Su deceso por
una neumonía y pleuresía, según el acta de defunción, se lo habría
ocasionado su ligera vestimenta en una noche gélida. El poeta mue-
re el 19 de junio de 1921, de modo que el mal debió afectarlo a fina-
les de mayo o principios de junio, sólo que en esa época del año, en
la Ciudad de México, las noches y las madrugadas suelen ser tem-
pladas. Quien relata la escena, su amigo Jesús B. González, señala
que él portaba “un grueso gabán y con bufanda, y él [López Velar-
de] sin abrigo”. ¿Bufanda a finales de mayo o a principios del sexto
mes del año? Eso podría suceder en diciembre o en enero, y no
siempre, pero no en la temporada a la que se alude, en la que la tem-
peratura suele oscilar entre los 8 y 12 grados centígrados.
Los hechos, sin embargo, pudieron darse de otra manera. Arturo
Arnáiz y Freg afirma que fue Rafael Heliodoro Vallequien acompa-
ñaba al poeta “la noche gélida en la que el poeta pescó la pulmonía
fulminante que lo llevó a la tumba”.
68
El caso es que su enfermedad
pareciera ser ocasionada, más bien, en una noche fría de invierno
(lo que descartaría su carácter “fulminante”), de modo que el mal se
le habría agravado en el transcurso de la primera mitad del año
1921. El desenlace, sin embargo, muy difícilmente puede explicarse
a partir de la sola afectación respiratoria. Pudo aparecer la neumo-
nía, sí, pero como consecuencia de otro mal que lo hiciera presa de
aquél. La hipótesis de Guillermo Sheridan, acerca de una posible sí-
filis contraída, resulta plausible.
69
No es complicado, dentro del
mapa de sus analogías, de manera lateral, como todo tema en su
poesía, descubrir los rastros y rostros de la enfermedad. En este
68 
Véase, “López Velarde y la pequeña propiedad”, en G. Appendini,
op. cit
., p.
29.
69 
Sheridan cita los versos de “El perro de San Roque”, “he besado mil bocas,
pero besé diez frentes”, para aludir a la rauda concupiscencia del poeta. Sin embargo,
hay que decir que López Velarde rara vez dice sin ambages, y sí con eufemismos, lo
que dice. “Mil” no es mil, pues es una palabra lánguida, breve, sin mucha fuerza y es
éste su sentido. Cuando Rubén Darío, digamos, escribe (“AMargarita Debayle”): “y
luego hace desfilar / cuatrocientos elefantes / a la orilla de la mar”, explicaba Tomás
Segovia, se escucha el retumbar de las
cuatrocientas
bestias, y son más que mil. Véa-
se Guillermo Sheridan, “Sobre la muerte de López Velarde”, en Biblioteca Virtual
Miguel de Cervantes:
de-lopez-velarde--0/html/dfc5b033-08b6-40a4-a635-ebc531957a02_5.html#I_0_.
[Consulta: 23 de julio de 2013.]
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