Los suicidad en la literatura - page 109

Carlos Gómez Carro 
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cuencia de su peculiar panteísmo con el que alimenta el numen al
que llegaba en sus diarias meditaciones.
¿Oyes el diapasón del corazón?
Pensemos en el efecto mariposa de su final sorpresivo, en el cénit
de su vida y de su obra. Cuando muere López Velarde, un funciona-
rio de rango medio se entrevista con el presidente Álvaro Obregón
en su paseo dominical y le comunica la muerte del poeta y le recita
algunos de sus poemas. Horas más tarde, José Vasconcelos, rector
de la Universidad Nacional, le comunica la misma noticia al presi-
dente; éste le contesta, “sí, lo sé, Ramón López Velarde”, y aquel
escucha anonadado los versos que del poeta le declama (Obregón
gustó de recitar después los versos de “La suave Patria” en muy di-
versas ceremonias). Entonces, le encarga Obregón a Vasconcelos le
haga al poeta un funeral de Estado. El filósofo declara, poco des-
pués, “tenemos un gran presidente” y sueña, entonces, ya desde la
Secretaría de Educación Pública, el gran proyecto de emancipación
cultural que funda el México moderno. Si el poeta no muere, nadie
le hubiera recitado sus versos al presidente (lo podemos suponer
realmente afectado por la verdad de los versos del de Jerez) y, tal
vez, Vasconcelos no hubiera llegado o no hubiera aceptado hacerse
cargo del ministerio de Educación Pública, y no hubiese existido
nunca el proyecto cultural que emprende.
En el terreno literario, ya Mario Bojórquez
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ha advertido la pre-
sencia de algunos de los temas de López Velarde en la obra, y en la
vida misma, de Jorge Luis Borges: la soltería, el infinito, el miedo a
la paternidad, “porque sus responsabilidades son eternas”. El autor
se pregunta si acaso Borges leyó “Obra maestra”. Aquí la respuesta
afirmativa es una necesidad. Aunque, en efecto, Borges jamás refie-
re a López Velarde como una fuente, como lo hace el paciente bi-
bliotecario que fue con los más diversos escritores de distintas lati-
76 
“López Velarde, autor de Jorge Luis Borges”, que en la red aparece bajo la au-
toría de Edgar Amador. Con este nombre aparece, también, la refutación del argu-
mento previo: “En defensa de Borges: desmintiendo al ‘Gran Plagio’”. Por supuesto,
aquí no se habla de plagio, sino de una influencia, extrañamente, no reconocida, en:
.
html y
-
do-al-%e2%80%9cgran-plagio%e2%80%9d/ , respectivamente. [Consulta: 23 de ju-
lio de 2013.]
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