Los suicidad en la literatura - page 110

108 
Tema y Variaciones de Literatura 40
tudes y épocas. López Velarde, diríase, es para él como explicaba el
escritor argentino, lo que sucede con la palabra ajedrez en el juego:
es la única palabra prohibida, la que no se dice. Pero esa influencia
que flota en la obra borgeana, como un sabor que sabe y se elude,
podría precisarse un poco más.
En “La escritura de Dios”,
77
uno de los pocos textos de tema
mexicano de Borges (súmese “Demolición de un mejicano”,
78
algún
poema en donde alude a Gutiérrez Nájera, un sobrio prólogo a una
edición de
Pedro Páramo
de Juan Rulfo,
In memoriam
a Alfonso
Reyes), aparece no sólo el tigre como tema, sino el propio contem-
plador de su enigma. La súbita revelación que le surge a López Ve-
larde, a partir de la contemplación del doble encierro del tigre (el de
la jaula que lo contiene y el de sus rayas mismas), sintetizado en las
de la propia versificación obsesiva del poeta, como bien explica
Anthony Stanton —pues el “metro” que mide la fiera es un octosíla-
bo (“El tigre medirá un metro”), lo mismo que el signo del infinito,
sobre el que se regodea la fiera y el poeta en su soledad—,
79
Borges
la convierte en un drama metafísico, en el que el poeta es convertido
en Tzinacán, el sumo sacerdote del templo mayor que ha sido hecho
prisionero por los conquistadores, en el escenario de un mínimo zoo-
lógico, en una prisión hemisférica y oscura, de altos techos. El poeta
de Jerez cabila en su habitación haciendo ochos en el piso, sabemos,
en tanto el sacerdote lo hace en su doble encierro, el que le provee el
77 
Véase Jorge Luis Borges, “El aleph”, en
Obras completas (1923-1972)
, Bue-
nos Aires, Emecé, 1974, pp. 596-599.
78 
Véase J. L. Borges,
Historia universal de la infamia
, en
op. cit
., pp. 317-318.
Algunos, como José Emilio Pacheco, han leído el relato como infamante hacia los
mexicanos; en realidad el héroe, Billy de Kid, asesina de modo alevoso, por la espal-
da, a Villagrán, el “mejicano” del relato-crónica. Personaje, éste, al que “los gringos
hijos de perra”, como les llama “en duro inglés”, y reta en un escenario de cantina de
Nuevo México, evaden la mirada. Se insinúa la cobardía del gringo y de sus compin-
ches, y la entereza del de Chihuahua.
79 
El hecho de que a López Velarde se le aparezca ese mismo ocho, el signo del
infinito, sobre el piso de su soledad, como ejercicio métrico, se muestra al modo de
una dama recostada, es decir, como el signo del escorpión, de ahí que éste haya sido
su favorito. Alusión a la musa sobre la que, literalmente, el poeta crea su obra, lo que
hace de este arcano enigma, una de las imágenes más extraordinarias y singulares
acerca de los trabajos del poeta que existan en cualquier literatura. Véase Anthony
Stanton,
loc. cit.
El ocho recostado, al ser la imagen figurada del escorpión, nos permite com-
prender un poco mejor aquellos versos del poema “A las vírgenes”: “¡ (...) y las que
en la renuncia llana y lisa / de la tarde, salís a los balcones / a que beban la brisa / los
sexos cual sañudos escorpiones!”
1...,100,101,102,103,104,105,106,107,108,109 111,112,113,114,115,116,117,118,119,120,...306
Powered by FlippingBook