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Tema y variaciones de literatura 43
señala, siguiendo las propuestas de Michel Bernard, en relación
con el cuerpo:
la conciencia del propio cuerpo cuando el individuo se reconoce y se
sabe diferente, y, a su vez, semejante a los demás. Esta comprensión
rige sus comportamientos y plantea el problema del espejo. Como
explica Bernard, el cuerpo visible remite a los órganos interiores, a los
deseos y temores, a las secreciones y mucosidades. La piel y todo lo
que recubre (agregaríamos: la sensación y comprensión; esto es, la
percepción que se tiene de los órganos) están cargados de valores
simbólicos que configuran una idea del mundo.
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Puntualicemos que la animalización incide en la caracterización de
los otros personajes de la escena, por ejemplo, la enfermera-ayu-
dante, quien en palabras del narrador es un ser deforme semejan-
te a una “lagartija angulosa”.
La desnudez del ser humano es horrible, según precisa la voz
narrativa, para Gregorio, el cual se sorprende al mirar un artefacto
que ingresa en el cuerpo de otro ser humano: “En un solo punto,
entre sus piernas, la bárbara sonda de metal, del grueso de un
dedo, con exactitud otro órgano más del cuerpo, la penetración
de otro sexo no humano dentro del sexo del hombre, al que des-
humanizaba emergiendo semejante a una llave, a un abrelatas
monstruoso”. (p. 154)
Con su desnudez los personajes presentes en el consultorio
son como ranas en un laboratorio; el discurso de la novela lo co-
rrobora. En este orden de ideas, el doctor y las enfermeras que
atienden a los pacientes se presentan en calidad de seres omnipo-
tentes que pueden disponer de otros cuerpos. El narrador confir-
ma lo anterior, pues se refiere a una de las enfermeras como una
sacerdotisa oficiando un culto: el de curar a unos seres sin salud.
Gregorio reta con la mirada a la enfermera, una vez que le co-
rresponde recibir atención; ella no evita la provocación: “«La estú-
pida se imaginará que la deseo», se dijo, y este pensamiento le
hizo ya no apartar la mirada, impelido por un odio animal. Las pu-
pilas de la mujer resplandecían de cólera.” (p. 155) El intercambio
de miradas, característico en las novelas de Revueltas, parece de-
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Martha Elia Arizmendi Domínguez,
et. al
., “Cada cuerpo una prisión en la
obra de José Revueltas”, en
La Colmena
, p. 112.
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