Iiiisc,
llevaljD
tras si a usía caleiva de ^licitantes.
I.u liJu'dc la (^orlc
tía
el coin|ieiid¡o de la vida na–
cional. Asi lialiia sido en ti reinado de Isabel, cuando,
eonio di(-c Tomlisloiic,
no
estar
en
la Corle cru estar
cojideiiado. Y asi eia aún en cl Wliiteball de Car–
los II.
Todo
i
-su lii
\o
f
.ii fin
cun
la líeviibición. F.l poder
y la |ji'otei'i'Í
<rn
pasuiun a la Cániura de los Comu–
nes j ' a lo.s l'ares del Keiía». Y al mismo tiempo, bajo
un liolundés Iríu y preocupado,
a
r^uien sucedió lu
iituilida Alia, la Curte ]icr<l¡ó su importancia social
y de diciadora de lu moda uúu más rá|)idameiilc íjiie
podci pulílieo. bl Pulaeio
<c
convirtió, y lo ha
seguido sicmli) hasta ahora,
co
el eeirado y doméstico
refugio de nue.slios lohoriosos leyc;; y reinas, donde
.se recibe diarianieiilc a los servidores públicos y
donde, con ocasión
de
fiedlas
y
ceremonias oíiclales,
las puertas se abren de par
cu
par n
una
miiehedimibre
dfl visitante-) distinguidos y ciiidailosamcnle seleccio–
nados. I'cro desde lu Itevolución
im
ha
VLrcllo
u ser
nunca el eoueunido y público centre de lu vida in–
glesa.
La Cámara de los Cuninncs ha sido la beicdcra
de ln uiitjjiiia Corte. Dificilmenle puede la Cámaro
.ser ei centro de lu lutdu, del arte y de lu literatura,
como
lo
fué la Coiie en olio liempo; pero csus ocli-
vidades enconlroron patroeitiadores, primero entre la
üiislücracia, y después entre el público en general.
I.a abolición de lu censura eonlribuyó a librar a los
autores de
la
necesidad de lincer la corte a "los gran–
des",
oim
(|ue
durante el reinado de Ana los políticos
whigs
y
lorici
¡irocuriiban atracr.se
a
los principales
escritores del día para ([ue sirviesen a sus partidos
como poetas
o
como iianllclistas.
j
l'ero la Cómata de
los
Coimmcs posterioi a la
Hevolución sucedió a lu Corle del rey como lugai
donde pueden udrpiiriise liqucza c iníiucucia. Los
ministros elegidos
por
(luilleimo, Ana y Jorge sólo
(loilían goltcmar al país sí contaban
c o n
lo bueno
gracia de los Comunes. Y asi el valor social y econó–
mico de asiento en la Cómara subió con extraordi–
naria
rapidez. Desde que el Parlamento Largo afirmó
el
poder
de los, Comunes, los miembros de la Cámara
se vieron covícjados y no pocas veces se dejaron
sobornar. Carlos II y Luis XIV tuvieron diputados a
su servicio ¡tugados por ellos. Después de la Revo–
lución, el rey* de Traiicia dejó de .ser un competidor
serio; ]iero el rey de Inglaterra y sus ministros tu–
vieron que acudir con más ficcuencia que nunca ol
soborno directo o indirecto de la Cámara de los Co–
munes.
¥Á
gobierno colocaba a los diputados en cargos
V sinecuras bien remunerados; los comerciantes y las
compañías merc,anti1cs les pagabon con acciones de
sus negocios o con dincio contanie, El lugar más vital
y
más corrompido de Inglaterra en los tiempos ante–
riores liobía sido WhíleliuII; después lo fué Weslmins-
ler. Los builrcs acudirán siempre al tugar
donde
este
la carroña.
Con todas sus desventajas, y peligros, el espíritu
de partido sirvió al menos para-atenuar la corrupción.
IP'higx
y
lories,
con su idealismo unilateral y su leal-
¡ad de facciiui, conservaron un coro incorruptible de
faiíálicos, dispuestos a soliornor, pero
no
o
ser sobor–
nados. Mientras los purtidüs lucharon entre sí vigoro–
sa.nenie, cnnio ocurrió en los lemados de Guillermo
y de Ann, mientras
las
controversias fueron rudas y
sinceras, la opinión pública tuvo gran influencia sobre
la Cámara de los Comunes y la corrupción y el medro
se vieron contenidos en ciertos limites, Pero cuando,
bajo los dos primeros Jorges, ei partido
lory,
dividido
por la cuestión
din
.islica, se desconcertó y desapareció
de ln su]icrficic [uiilílico, desapareció también durante
cuaieniB
anos (1720-1760) la rivalidad sincera de los
partidos sobre cuestiones de princijiío. Diiruntc esiq
]icríiido de los regímenes de Walpole y l'elham, el
gobiciuo porlamenlarin fué manejado por camarillas
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