"sírvelí al rey", y es el rey quien confiere los mandos
a los oficiales. Desde 1089 el Parlamento
ve
estas
eoPas
sin miedo ni celos, porque salie que si el rey
rompiese con ia Cámara de los Comunes, no habria
ejército en absoluto. En realidad, después de ia Re–
volución, los
uihigs
sintieron menos recelo que los
lories
hacia un ejéicilo permanente.
(hiiÜermo
y
Alia pudieron solencr una larga y al
fin victoriosa guerra contra el gran poderío de Fran–
cia, porque conlSron ron la confianza y el npovo del
Parlamento. La eficacia inficsa fué >luplicaila
¡lor
ia
Revolución,
KÍH
perdrr la libertad
nacionai,
precio,
que hubimo.s de pagar baio Cromwell para ganar j'res-
tigio en los
conFejos
de Europa,
Esta mayor eficacia de Ins'alrrra en la ííncrra y
en la política 'exterior fué resultado, no sólo de las
nuevas medidas acerca del ejército, sino, en términos
generales, de la cooperación entre el Parlamento y
la Corona, que tan señaladamente liabía fallado du–
rante los reinados de los Estuardos, Sobre todo,
s e
debió a la mejor disposición de ia Cámara de los
Comunes para votar íub?idios con destino a guerras y
a políticas exteriores que él mismo aprobaba y con–
trolaba como no
bahía
podido hacerlo en tiempos dei .
Tratado de Dover, concertado
por
Carlos 11. Realmen–
te, el .sistema financiero establecido por ia Revolu–
ción fué la clave del poderío ingles en los siglos xviii
y
XIX,
y asimismo la principal ratificación del Orde–
namiento de la Revolución. Ningún rey posterior a
Jacobo disfrutó de una siluación financiera que le
permitiese violar la ley o romper seriaiiicnlc con
la Cámara de
los
Comunes. Aun
Jor
^ie III, en los días
en que era f a s impopular en el país, tuvo a su lado
a la Cámara de los Comunes, que le volaba
los
sub.sl- .
dios; y así quc-'perdió su mayoría en ella, terminó
su
gobierno personal.
Los Tudores y los primeros Esluardoi habían vivi–
do de sus propias rentas y de las concesiones vitali–
cias que los Comunes votaban paro codo rey cuando
subía al trono. La reunión del Parlamento no era un
aconlecimÍEnto anual, sino ocasional. Sólo de
ver.
en
íiiiindo Isabel y Carlos I habían acudido o la Cámara
de los Comunes en petición de ayuda, Carlos II y
Jacobo И obtuvieron también, al subir ul trono, griin-
de.s subsidios vitalicios, con los cuales, aunque en sí
ininnos lio eran suficientes, Carlos Ц. con In ayuda
del oro del rey de Francia, pudo, al final de su rei­
nado, jiasur^c C!iatro
añoa
sin convocar al Por la–
mento, y Jaeobo II no lo convocó diirrtnic ties.
Instruidos por tales c
>;)ii
-rientiu':, los Coiiiime,'! tu–
vieron buen cuidado de que, des[>iíc.s de la" líevolu–
ción, la Corona no pudiera siiincnir a sus ¡^íisto
.s
мп
tener que recurrir endn año al Parlamento. Л Cui-
tle'rnío no se le concedió
un
cuantioso sitlisidio vita–
licio. Todos lo.s años él y sus niinisltos lenínn (pie
acudir, sombrero en тлпо, a la Cámara de los Comu–
nes, y con fiecucncia los Comunes imponían un con–
trato y cvigían un
f/iiid
p r o giio
en conijiens.ieión del
subsidio. No se votabn ninguna cantidad hasta que el
icy no hubiera hcelio alguna concesión o no retirara
.<u oposición a alguna medida jiolílica que le desagra–
daba. Este sistema, al hacerse anual y no iiilenniienle.
convirtió a los Comunes en dueños de la polítiea de
la Corona, y a poco llegó a un resultado no
[iiiMÍsto
por nadie
cu
1689: la selección de los ministros del
iny de, acuerdo con el inimipio do ijue tenían que
ser del mismo pnilitlo que contaba con la niuynría
en
la Cámara de los Comunes.
Después lie la lîcvohicîi'm, los Comunes ,sc
nio
.s-
tiaron mejor dispuestos a votar dinero no sólo
jiorr
/tie
tenían
un
control más estrecho sobre los ininistios de'
rey, sino también porgue no temían que se opliea
.i
-n
impropiamente las cantidades que volaban. Se estn-
jilcció
un
sistema que inipcdía que el dinero
fiK
-ra
gastado en otro cosa que oquclla
jiara
la que se lialiía
acordado. Se votaba cierta suma para uso personal
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