las congregtfciones reducidas a prisión; se cerraron
eus escuelas
y
se prohibió la enseñanza a sus maes–
tros, y con frecuencia se impusieron mullas ruinosas
por motivos de inconformidad religiosa. Los menores
de sus agravios estribaban en que hobían sido excluí-
dos de las universidades, de los servicios públicos y
de las corporaciones municipales de ciudades en qiie
con frecuencia eran los vecinos más destacados. Todo
este código de persecución religiosa e inhabilitación
civil había sido suspendido por la ilegal Declaración
de Indulgencia promulgada por Jacobo en 1087. Al–
gunos puritanos correspondieron apoyándola; pero ia
mayor parte dudaron en trnicionar a ia Constitución
y se adhirieron a la cansa nacional por la solemne
promesa de los jefes
torirs
y de los obispos de l.n alta
iglesia de que aprobarían una ley que
\m
librase de
la persecución así que se reuniera un Parlamento
libre.
En este entendimiento, la mayoría de tos disiden–
tes se había opuesto a Jacobo en 1688, y ahora había
llegado la ocasión de que los
lories
y los eciesiáslicos
cumplieran la promesa hecha en horas dp tribulación.
IVoIthingbam, representante autorizado de la iglesia
en el Parlomento, depositó personolmenle la Ley de
Tolerancia de mayo de 1689 en la mesa de la Cámara
de ios Lores. Era en gran parle obra suya y consti–
tuía una medida basada en mutuos acuerdos. Ei prin–
cipio de la tolerancia .para los disidentes protestantes
había sido durante mucho tiempo desmcnlUo por los
whigs y
atacado por los
torirs.
Ahora, a consecuen–
cia de los anormales acontecimientos del reinado de
Jacobo il, era un jefe
tory
quien presentaba la ley y
ambos partidos la aceptaron sin vacilaciones.
Así terminó la persecución religiosa contra ios di–
sidentes protestantes, pero no terminó su inbabílitación
civil. La iglesia retenía el monopolio de las universi–
dades, ' de los servicios públicos y de los cargos
municipales con la misma extensión que antes. El
Libro de Oraciones no fué modificado para admitir en
I
B
grey de la iglesia establecida ni aun a los más
ortodoxos entre los disidentes. En resumen, el Orde-
namienlo Eclesiástico de 1689 fué un comproml.so que
se inclinoba del lado de la iglesia y del partido
tory,
mientras que el Ordenamiento Dinástico se inclinaba
del lado
whig.
Este factor de prudente transacción, que prefirió
ios hechos a los teorías y reconoció y respetó Is fuer–
za de ios partidos que actuaban en lo iglesia y el es–
tado, fue el que libró de violentas rectificaciones ol
Ordenomiento de la Revolución y salvó a Inplatcrro
de la guerra civil en los años futuros. En Escocia,
donde ei Ordenamiento de la Revolución fué impuesto
por el triunfo de ios
whigs y
los presbllerionos sobre
los
tories y
los cpiscopalianos, todos ios íoriej se hi–
cieron jacobitas y la guerra civil fué endémica duran–
te los sesenta años siguientes. En Irlanda, los
whigs y
los
lories
se unieron para oprimir o la población na–
tiva con más crueldad que nunca.
La Ley de Tolerancia demostró ser una de las me–
didas de éxito más perdurable aprobados en cualquier
tiempo por el Parlamento. En lo que concierne a
Inglaterra, clausuró para .siempre la larga crónica de
persecuciones y guerras religiosas. No fué poca cosa,
si se tiene en cuento lo que en aquel mismo tiempo
estaba ocurriendo en Francia y en Irlanda, y lo que
después ocurrió en estos dos países.
El éxito de la Ley de Tolerancia fué debido en
parte a sus iimitnciones. Había sido formulada con
liabiiídad práctica y prudencia muy notables para ga–
nar ei asentimiento de todos ios partidos, animar a
ios tímidos y apaciguar a los perjudicados. Las limi–
taciones, la falta de lógica, la ausencia de principios
teóricos que la hicieron aceptable en aquellos tiem–
pos, divierte o írrita al estudioso moderno si juzga su
contenido con los ideas de nuestros dias.
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