análogos. Los diputados elegidos eran protestantes
decididos, a quienes se confió la salvación de la re–
ligión
y
de
IB
Constitución del país por los medios
que mejor les pareciesen una vez en Londres y des–
pués de haberse percatado a fondo de una situación
incomparablemente dificultosa. Los electores tuvie–
ron la prudencia de confiar la solución a la libre
iniciativa del Parlamento. Esto explica por qué la
Convención se dejó guiar más por el sentido común
que por los prejiiícios de partido; por qué. por ejem–
plo, resolvió la cuestión dinástica sisuiendo principal–
mente las ¡deas
ivfíips, y
la cuctión ecle'^iástlca si–
guiendo principalmente las ideas
tnrics.
lo mal de–
mostró en sepuida ser el modo mejor v más seguro
de dar la paz al país.
En realida'l, el rasgo гаач notable de las elrcrio-
nps fué el suénelo observado sobre la^ má.s arduas
cue.etioneí; del momento. Todo el mimilo sabin que el
primer deber de lu Convención consistía en drcidir
quién pcría rey o reina. Todo el mundo «abía también
que sobre este punto estaban latentes la^í más prave
diferencias de opinión, que no lardarían en snlir a
la superficie. Los prensas de Londres, libRrta(la= por
el interrepno de toda .ensura, publicaron follelo.s en
que se estudiaban iodo= 1о.ч aspectos de la cnpsttón:
pero los candidatos y electores de todo el país pare
cían haberse dado cuenta de que era aquel iin pro
hicma demasiado hondo y peligroso para ser resuelto
en discursos de propaganda electoral. No se exigieron
compromisos y, por lo que sabemos, no se pronun
ciaron discursos ni se hicieron promesas sobre aquel
importante asunto. Los diputados llegaron al F^ran
jurado de
I P
nación con libertad pava examinar y
resolver el problema.
I
>a decisión de hacer reyes a
Guillermo y María no fué tomada en ios colegios
electorales, sino que fué suscitada y resuelta en el
Parlamenfo-Convención por hombres que no habían
hecho в sus eieclotes otras promesas que las de salvar
a) país y restaurar la Constitución lo mejor que les
fuera posible.'
Los miembros de Is Convención se reunieron amis–
tosamente predispuestos entre ai. Habían actuado con–
juntamente contra Jacobo hasta el momento de su
huida; después, ios dos partidos se habían unido para
pedir a Guillermo que se hiciese cargo de la adminis–
tración; las elecciones generales no habían asumido
et carácter de una ííera lucha de partidos. Inmedia–
tamente que los Lores y los Comunes comenzaron a
percatarse de los problemas que tenían que resolver,
reaparecieron naturalmente las divisiones entre
whigs
y
lories;
pero lo notable no es que hubiera diferencias,
sino que éstas quedaran resueltas tan rápidamente
por común acuerdo y con voluntad lan bien dispuesta
para llegar a un com|iromiso.
El tono de la Convención de 1689 fué muy dife–
rente del que dominó en el Parlamento "Caballero"
que aprobó el-Código Clarendon contra los puritanos
o en los Parlamentos
wliif^s
que reconocieron la vio–
lenta jefatura de Sbaflesbury. Durante los primeros
seis meses de su existencia, cl Pailamcnto-Convención
demostró mucho más piitriolismo que espíritu de par-
lido. Ambas partes iiicieron concesiones, bajo la pre–
sión del peligro nacional y por cl influjo de ios gran–
des sectores de una y otra Cámara que no eran
lories,
ni
whi^s.
En esos seis meses lomó cl Ordena–
miento de la [{evolución la forma que demostró des–
pués su valor de permanencia y estobilidad, no como el
triunfo de un partido sobre el otro, sino como acuerdo
libre entre
whigs y (oríes
e iglesia y disidentes.
El primer asunto que tenía que resolver la Con-
\ención era el de quién ocuparía el trono, y sobro
> Solire las
Flecciotirs
para el rarlamrnlo-ConTcnblon,
véase
cl arltculo de
J.
ti. Flumb en el
Cambridfe ¡listonen
Journal.
1937.
1...,86,87,88,89,90,91,92,93,94,95 97,98,99,100,101,102,103,104,105,106,...271