Los dos partidos у las dos Cámaras estuvieron de
acuerdo sobre la conclusión siguiente:
Que
[ЮГ eipeiienria se ha
TÍS
I
O
no convenir o estr reino
proicsianle ser golicrnado por un principe рзр1ма.
Este principio fué recogido en una ley, que es
hasta hoy la ley de nuestro país: Ningún católico ro–
mano o persona casada con católico ronianc puede
llevar la Corona.
Los
lories,
en cuanto diferentes de ios jacobitas,
sirvieron lealmente
a
Cuillermo
r o m o
su rey- Danby,
para quien las discusiones en la Convención linbían
sido asuntos políliros y
n o
reli
¡;ioFos,
ncejitó a Gui–
llermo sin reserva y fué subdito y scrviilor leal. Mi–
raba con desprecio a ios iio jiiiamentados, ijue se
negaban a jurar
l e a l t a d
a los nuevos solieranos. Pero
el otro jefe
Югу,
Noliingliam, era nníe todo y ,';obre
todo un hombre relifjioso y. como otros
aTiglic
;uios,
había sido educado cu l;t opiniuii de que el derecho
Iicredilario divino era una jjarlc de la religión. Por
eonsiguicnlc, acepto a Guillermo como rey
de farlo
y
por ley, pero no
dr jure,
por dcirclio
pro
|)io.
d i s t i n -
ciúii reconocida y acentuada en una lieja ley inplcsa
del leiiiado de Enrique VIL Los iiiitvo'; juramonlos di
lealtad fueron redactados de manera que cvita-i'u ^:^
escrúpulos del
de ¡arlo
de ios
lories,
el juramento de
lORO no exigía reconocer a Guillermo como icy con
pleno derecho, sino simplemnilc aceptarlo como гру
de hecho. Guillermo, al nondirar en es!u= cnndiciones
ministro a Nottingliam ilijo enfálicamcnlc que ero
"un hombre honrado". Y, en cítelo,
l o
ero Nimca
intrigo cerca de la corle dc?lerrada en Saint Gcrmaiii.
y fué más escrupulosamente leal a Cuittcnnn. su icy
de ¡acto,
de lo que lo fueron algunos de sus colef^us
tehigs
y íoríej mas despreocupados, no obstante que
Guillermo era su rey
de jure.
Pero la objeción teórica a
l o
que lioltía sucedido
en el invierno de 1683
a
1689 continuó inquietando
de tiempo ert tiempo las mentes de los
lories.
Sus
conciencias, y en particular las de ios clérigos, ее
veían intranquilizadas por los vituperios de sus viejos
amigos, que ahora eran jacobitas y "no juramenta­
dos". Estos últimos eran 400 beneficiados eclesiásti­
cos, entre ellos cinco de los siete obispos a quienes
había perseguido Jacobo, que se negaron a rendir
juramento a Guillermo y litaría y tuvieron, en con­
secuencia, que dejar sus beneficios y sus sedes.
Poliiicnnicnie —rlicc el Sr. Kcilli Fciling— la influencia
de los "no juradores" fué porlcnlosa y artnstró constan temen
IR
a
BU
viejo puvlido a volver л sustentar tas caii
<<n9
perdidas-
I'.sta inlranqiiiiidad de las conciencias
tories,
y
particuinrnicnte de los clérigos, y el carácter incierto
y vacíioutc de las simpatías ¡wríes en relación con el
dcfilerrado Jacobo y con su hijo y su nieto, constituyen
im heclio de gran importancia liisti'irica, que informó
la Iiistoríu de las vicisitudes de ios dos partidos hasta
fines del reinado de Jorge II. Tuvo su origen en las
transacciones de 1608-1689. La Revolución había he–
cho del partido
tory
un partido constitucional
y
par-
irinienlaiio para todo lo porvenir; pero también le
hizo, durante dos generaciones, un partido con una
posición lógica inny débil y de pensamiento inseguro,
que en los tiempos de crisis se escindía con frecuencio
en
campos opuestos. Estas circunstancias disminuye–
ron el poder del partido, que normalmente era el más
fuerte del estado, pues contaba con la mayoría de los
squires
y
con casi lodo el clero parroquial. En la
crisis que se produjo a la muerte de Ana, en 1714,
la cuestión dinástica paralizó y dividió a los
lories
y
dio a sus rivales el poder durante cuarenta año.s,
bajo Jorge I y Jorge II. Pero durante ios reinados
de Guillermo y de Ana el poder se repartía de ma–
nera igual y justa entre
lories
y
whigs.
Guillermo y María no fueron llevados si trono sin
condiciones. El instrumento mediante el cual la Con-
1...,90,91,92,93,94,95,96,97,98,99 101,102,103,104,105,106,107,108,109,110,...271