por olra parte,
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disidentes ее mostraron, en con
junto, bastante (ríos,
ya
que, en cualquier caso, sól
algunos de ellos —prooablemenle los prcsbilcrianos-
¡ngresarían en la iglesia,
y
los que permaneciese'
fuera, comò los anabaptistas, los cuáqueros y los in
dependientes, se quedarían más aislados aún y má
expuestos
a
ser maltratados. Por estas razones Locke
mismo, en ei prefacio a la
Carla sobre la tolerancia,
declaró que las medidas de ampliación no liarían más
que "aumentar el mal", У así, el proyerto de ensan
char ios limites de la iglesia establecida quedó sii'
efecto por falta de apoyo.
En consecuencia, bajo ei Ordenamienlo de la P(
volucíón, los puritanos no sólo quedaron fuera de I;'
iglesia, sino que, al menos teóricamente, quedaror
excluidos de los cargos civiles. Sin embargo, puest»,
que ios disidentes protestantes habían gozado sieiil
pre de franquicia parlamentaria y puesto que ahora s-
les concedía tolerancia religiosa, podían constitu'
con sus votos ia fuerza del partido
whin,
ejercer i;
fluencia política sobre los consejos del partido ••
indirectamente, sobre los consejos de la nación.
Tal fué, en efecto, la transacción religiosa dé lf)!Í9
Tubo el mérito inmenso de proporcionnr la раг al
país, mérito que compensa con mucho sus defecto^
lógicos
y
su discordancia con nuestras teorías modei
ñas acerca de la igualdad religiosa. Gracias a Holán
da y a Inglaterra,
la
tolerancia religiosa empegó a
tener un lugar en ia práctica y e! pensamiento de
Europa; pero ia
igualdad
religiosa era una idea que
aún no existía en ias leyes de ios estados europeos
ni en las mentes de los hombres. Asi como los sucesos
del reinado de Jacobo II hicieron durante mucho
tiempo imposible en Inglaterra la iguaid.id religiosa
para
los católicos, el recuerdo de los sucesos de Ir
revolución cromivatiiana aún hacía imposible ia igual
dad religiosa para los disidentes puritanos,
y
lucha '
por ella hubiera producido nuevas catástrofes, bi
esta suerte, las defensas y monopolios legales de la
iglesia de Inglaterra por sus dos lados no fueron des–
truidos, sino positivamente relorzados por el reinado
de Jacobo II y
la
Revolución que lo siguió. Al mismo
tiempo, esos sucesos proporcionaron a los disidentes
la tolerancia religiosa y dieron gran impulso
al la–
titudinarismo en el interior de la iglesia, particular-
monte entre los obispos. La Revolución, tanto en ei
aspecto político como en el religioso, fué conserva–
dora a ia vez que liberai.
La cuestión fundamental cuya solución se buscó
en 1688 liabía sido ésta; ¿E'^tá la ley por encima de
los reyes, o están los reyes por encima de la ley? Ei
interés del Parlamento se identificaba con el de la ley
porque, indudablemente, el Parlamento podía modi–
ficar la ley, de donde .=c sigue que si la ley estaba por
encima de la voluntad de los reyes, pero podía ser
modificada por cl Parlamento, el Parlamento era el
poder supremo del estado,
Jacobo II intentó que la ley pudiera ser modificada
por el rey. Si tai coí=a se le hubiera permitido, habría
hecho del rey un déspota. Los acontecimientos del
imierno de 16G8-I689 dieron la victoria a la idea
coutiaiia, enunciado ya a principios del siglo por el
juez Coke y por Selden, .según la cual el rey era el pri–
mer servidor de la ley, jiero no su amo, cl ejecutador
de ia ley, y no su fuente. Los leyes sólo podían ser
modificadas por el l'arlamento: reyes, lores y comu–
nes juntamente. Esto es !o que hizo de la Revolución
un acontecimiento decisivo en la historia de la Cons–
titución inglesa. Fué decisivo porque nnnco fué anu–
lado, como lo fué ta mayor parte del trabajo de la
revolución cromweUiana.
Es verdad que en la primera guerra civil se había
reñido por la misma razón; ei derecho común, en liga
con ei Palamento, había triunfado en ei campo do
batalla de Naseby sobre el rey, en la lucha por el
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