cosa que, debido a una diversidad de consideraciones, recibe diver–
sos nombres.
Mucha memoria, o memoria de muchas cosas, es lo que llama–
mos
experiencia.
Una vez más, como la imaginación es sólo de esas
cosas que han sido anteriormente percibidas por el sentido, ya a un
mismo tiempo, ya por partes en ocasiones diferentes, en ei primer
caso, esto es, cuando imaginamos codo el objeto tal y como fue pre–
sentado al sentido, tenemos la imaginación
simple,
como cuando uno
imagina un hombre o un caballo que ya ha visto antes. En el segun–
do caso tenemos la imaginación
compuesta,
como cuando, después
de ver en una ocasión a un hombre, y en otra un caballo, concebi–
mos en nuestra mente un Centauro, Así, cuando un hombre combi–
na la imagen de su propia persona con la ¡magen de las acciones de
otro hombre, como cuando un hombre se imagina que es un Hércu–
les o un Alejandro —cosa que les ocurre con frecuencia a los que
leen novelas de aventuras— tenemos una imaginación compuesta que,
hablando con propiedad, no es más que una ficción de la mente. Hay
también otras imaginaciones que surgen en los hom.bres, aun cuando
están despiertos, que provienen de hiertes impresiones hechas en e!
sentido. Así, cuando miramos al sol, esa impresión deja en nuestros
ojos una imagen del sol que dura por mucho tiempo; y si un hombre
observa con atención e intensidaa, de una forma prolongada, figuras
geométricas, después tendrá ame sus ojos líneas y ángulos, aun cuan–
do esté despierto y rodeado de oscuridad. Este tipo de fantasía no tie–
ne un nombre particular, ya que es cosa que, por lo común, no es
para los hombres objeto de estudio.
Las imaginaciones de quienes están dormidos son las que Itama-
Sumo¡.
mos
sueños.
Y también éstos, como todas las demás
imaginaciones, han estado antes en el sentido, total o parcialmente.
Pero como el cerebro y los nervios, que son los órganos necesarios
del sentido, están embotados cuando dormimos, y no pueden ser es–
timulados fácilmente por la acción de objetos extemos, no podrá ha–
ber imaginación en el dormir, ni, por tanto, sueños, a menos que és–
tos procedan de la agitación de las partes internas del cuerpo huma–
no. Estas partes internas, por la conexión que tienen con ei cerebro
y otros órganos, cuando son afectadas, hacen que éstos permanezcan
en movimiento. Y por eso, las imaginaciones que allí se forman, se
nos aparecen como si estuviéramos despiertos. La única diferencia es
que, como los órganos del sentido están entonces embotados, y no
hay un nuevo objeto que los domine y oscurezca con una impresión
más rigorosa, un sueño será necesariamente más claro, en este silen–
cio del sentido, que nuestros pensamientos en estado de vigilia. De
ahí, que resulte aifícil, y, para muchos, imposible, distinguir exacta–
mente entre el sentido y cl sueno. Por mi parte, cuando considero
que en los sueños no pienso, ni a veces ni constantemente, en las mis–
mas personas, lugares, objetos y acciones que cuando estoy despier–
to, ni puedo recordar una cadena de pensamientos, cuando estoy so–
ñando, que sea tan prolongada como en otras ocasiones; y como,
cuando estoy despierto, me doy cuenta con frecuencia de lo absurdo
de mis sueños, y, sin embargo, jamás sueño con los absurdos de los
lensamientos que se me ocurren en la vigilia, me conformo con sa-
)er que, cuando estoy despierto, no estoy soñando, aunque cuando
sueño pueda parccerme que estoy despierto.
Visto que los sueños son causados por la afección de algunas par–
tes interiores del
с и е ф о ,
la diversidad de estas afecciones causará ne–
cesariamente sueños diferentes. De ahí el que, cuando nos echamos
a dormir con frío, se engendren sueños de miedo, y suq^ el pensa–
miento e imagen de algún objeto temible, ya que el movimiento que
va del cerebro a las partes interiores, y el que va de las partes inte–
riores al cerebro, son recíprocos. Y de ahí también el que, como el
enojo produce calor en algunas partes del
с и с ф О
cuando estamos des­
piertos, esas mismas panes excesivamente calientes causen enojo
cuando dormimos, y hagan surgir en el cerebro la imaginación de un
enemigo. Del mismo modo, así como la amabilidad natural produce
deseo cuando estamos despiertos, y el deseo produce calor en otras
determinadas partes dei cuerpo, así también el calor acumulado en
esas partes hará que durante el sueño surja en el cerebro una imagi–
nación en la que se muestre algún tipo de amabilidad. En suma, que
nuestros sueños son el reverso de nuestras imaginaciones en la vigi–
lia, iniciándose el movimiento en un extremo cuando estamos des–
piertos, y en el otro cuando soñamos.
La circunstancia en que resulta más difícil discer-
Apariciones o
mr los sueños de un hombre de sus pensamientos,en
visione!.
estado de vigilia, es cuando, por algún accidente, no se da cuenta de
que se ha puesto a dormir. Y esto puede pasarle fácilmente a quien,
invadido por pensamientos temerosos y con la conciencia turbada, se
pone a dormir sin irse a la cama y sin quitarse la ropa, como sucede
a quien se pone a cabecear sentado en una silla. Porque quien se toma
el trabajo de acostarse en la cama para dormir, si le viene una fanta–
sía extraña y disparatada, será difícil que piense que es otra cosa que
un sueño. Leemos en Marco Bruto (a quien Julio César había dado
la vida y le consideraba su favorito, a pesar de todo lo cual fue por
él asesinado) que, estando en Filipos ta noche antes de entrar en ba–
talla con César Augusto, tuvo una aparición horrorosa que los his–
toriadores relatan comúnmente como si se tratara de una auténtica vi–
sión ^. Pero considerando las circunstancias, podemos interpretarla
' Véíse Piuiirco:
Vida de Julio César,
45;
Vida de Marco Втню,
26. La visión fue
1...,19,20,21,22,23,24,25,26,27,28 30,31,32,33,34,35,36,37,38,39,...271