fácilmente como un corto sueño. Pues estando sentado en su tienda
pensativo
y
preocupado por el horror de su insensata acción, no se–
ría raro que, dormitando en el frío, soñase con lo que más le tortu–
raba. Y conforme el miedo fue gradualmente despertándolo, fue des–
vaneciéndose su aparición. Pero como no esuba seguro de que había
estado durmiendo, no encontró razón para pensar que todo aquello
había sido sólo un sueño,
y creyó
que se trataba die una verdadera
visión. Esto no es un accidente que ocurra raras veces, ya que quie–
nes están perfectamente despiertos, si son tímidos y supersticiosos y
son poseíaos por alguna historia de horror cuando se encuentran en
la oscuridad y a solas, son susceptibles de experimentar fantasías pa–
recidas, y creen que ven espíritus y fantasmas de hombres muertos
andando por los cementerios, cuando en realidad se trata sólo de su
fantasía, o de trucos perpetrados por individuos que se aprovechan
del miedo supersticioso de otros y se pasean disfrazados por la no–
che a través de lugares que nadie sospecha que serían frecuentados
por ellos.
De este no saber distinguir los sueños y otras fuertes fantasías, de
la visión y el sentido, surgió buena pane de la religión de los Gen–
tiles en tiempos pasados. Adoraban a sátiros, faunos, nmfas y cosas
parecidas. Y hoy día, de esa misma ignorancia proviene la opiruón
que las gentes incultas tienen de hadas, fantasmas, duendes, y del po–
der de las brujas. Pues, en lo que se refiere a estas últimas, no creo
que su brujería se funde en ningún tipo de poder verdadero; sin em–
bargo, me parece justo que sean castigadas por su falsa creencia de
que pueden ejercer tanto mal, unida a su propósito de causarlo si es–
tuviera de su mano. Su oficio parece ser, más que un conocimiento
o una ciencia, una nueva religión. Y en cuanw a las hadas y fantas–
mas ambulantes, pienso que la creencia en ellos ha tenido el propó–
sito, inculcado voluntariamente o permitido sin refutación, ae con–
tinuar acreditando el uso del exorcismo, de las cruces, del agua ben–
dita y de otras invenciones propias de hombres con tendencias fan–
tasmagóricas. No hay duda, sin embargo, de que Dios puede causar
apariciones sobrenaturales. Pero que lo haga tan a menudo que ello
justifique el que los hombres tengan más miedo de esas cosas que de
que se interrumpa o altere el curso de la Naturaleza —y Ei tiene tam–
bién el poder de hacer esto último— no es artículo de fe en el Cris–
tianismo. Sin embargo, hay hombres malvados que, bajo pretexto de
que Dios puede hacer cualquier cosa, tienen la desfachatez de decir
lo que quieren, aunque sepan que es falso, con cal de que ello vaya
en su provecho. Un hombre prudente no debe creerlos en lo que di–
cen, más que en aquello que resulte aceptable a la recta razón. Si de–
sapareciera este supersticioso miedo a los espíritus, y con él la inter-
preución de los sueños, las falsas profecías y muchas otras cosas que
de ello dependen, y haciendo uso de las cuales hay personas ambi–
ciosas y hábiles que abusan de la gente inocente, los hombres esta–
rían mucho más preparados de lo que están para obedecer las reglas
de la sociedad civiP.
Y ésta debería ser la misión de las escuelas. Pero, en vez de hacer
esto, fomentan la otra doctrina. Pues, al no saber lo que es la imagi–
nación ni lo <|ue es el sentido, enseñan lo que han recibido: algunos
dicen que las imaginaciones surgen por sí mismas y carecen de causa;
otros, que por lo común provienen de la voluntad, y que los buenos
pensamientos le son insuflados (inspirados) a un hombre por Dios,
y los malos por el Diablo. Algunos dicen que los sentidos reciben las
species
de las cosas y que luego tas transmiten al sentido común, el
cual, a su vez, se tas presenta a la fantasía, y la fantasía a la memoria,
y la memoria al juicio, lo mismo que pasan las cosas de una mano a
otra. Y lo dicen con tanta verbosidad, que nada resulta inteligible.
La imaginación que surge en el hombre, o en cualquier otra cria–
tura que posea la facultad de imaginar, mediante palabras u otros sig–
nos volúntanos, es lo que generalmente llamamos
entendimiento.
Y
éste es común al hombre y a la bestia. Pues un perro
Entendimiento.
entenderá, por costumbre, la llamada o la reprimenda de su amo, y
lo mismo ocurrirá con muchos otros anímales. El entendimiento que
es peculiar del hombre es el de entender, no sólo su voluntad, sino
sus concepciones y pensamientos mediante la sucesión y contextura
de nombres de cosas, formando afirmaciones, negaciones y otras for–
mas de lenguaje. De esta clase de entendimiento hablaré a con–
tinuación.
la de un hombre de gran esiaiuia
y
temible mirada, que dJia: <Yo soy tu espíritu dei
mal, Bruio, y volverás a verme en la ciudad de Filipos.» Derroudo Bruto en la bau-
tlz, se suicidó dejándose caer sobre su espada.
En esie parágrafo queda anticipado el concenido de ia Cuarta Pane del
Leviatdn.
en la cjue Hobbes ataca el gran mal que pareció absesionarlo siempre: la íaisa religión
como instrumenio de poder sobre los hombres.
1...,20,21,22,23,24,25,26,27,28,29 31,32,33,34,35,36,37,38,39,40,...271