ran menos expuestos a este tipo de calamidades, detestan que se ten­
ga lástima por ellas.
El
desdén
o indiferencia ante tas calamidades de los demás es lo
СтеШа.
que los hombres llaman CRUELDAD, y procede de
un sentirse seguro en la propia suerte. Porque no puedo concebir que
nadie se complazca en las grandes desventuras de otros, sin que haya
alguna finalidad que vaya en provecho propio.
La
tristeza
por el éxito de un competidor en riqueza, honor o cual–
quier otro bien, si va acompañada de un esfuerzo por nuestra parte
Emulación.
para igualarlo o superarlo, se llama EMULACIÓN.
Pero si va unida al empeño por suplantar u obstaculizar a un com-
Envidia.
petidor, se llama ENVIDIA.
Hay ocasiones en que en la mente de un hombre se suceden al–
ternativamente apetitos y aversiones, esperanzas y miedos con res–
pecto a un mismo objeto, y se presentan sucesivamente en su pensa–
miento las buenas y las malas consecuencias de realizar una acción o
de no realizarla, Y así, ocurre que a veces cenemos apetito por ese
objeto, y otras sentimos aversión hacia él; hay momentos en que te–
nemos esperanza de poder realizar nuestro deseo
y
otras en que de–
sesperamos o tenemos miedo de hacerlo. Toda esta suma de deseos,
aversiones, esperanzas y miedos que se suceden unos a otros hasta
que la cosa es realizada o dejada por imposible, es lo que llamamos
Deliberación.
DELIBERACIÓN.
No hay, por tanto,
deliberación
sobre cosas pasadas, porque,
como es obvio, es imposible cambiarlas. Tampoco la hay sobre cosas
que sabemos o pensamos que son imposibles, pues los hombres
saben, o piensan, que una tal deliberación sería vana. Pero pode–
mos deliberar sobre cosas que son imposibles, si pensamos que
no lo son,
y
sin saber que nuestra deliberación es vana. La
delibera-
aón
recibe este nombre porque consiste en un poner fin a la
liber–
tad
que teníamos de hacer o de no hacer, según nuestro apetito o
aversión.
Esta alternativa sucesión de apetitos, aversiones, esperanzas y mie–
dos no se da menos en otras criaturas vivientes que en el hombre.
Por lo canto, también las bestias deliberan.
Se dice, pues, que una
deliberación
termina
cuando aquello sobre
lo que estábamos deliberando es hecho, o es juzgado imposible. Has–
ta entonces, conservamos la libertad de hacer o de omitir, según nues–
tro apetito o aversión.
En ta
deliberación,
el último apetito o aversión que precede in–
mediatamente a la acción o a la omisión es lo que lamamos VO-
La voluntad.
LUNTAD, el acto, no la facultad, de
querer.
Y tas bes–
tias que poseen
deliberación,
han de poseer también, necesariamente,
voluntad.
La definición de
voluntadc\ac
suele darse en las Escuelas
—un apetito racional—
no es buena. Porque, si lo fuera, no podría
haber ningún acto voluntario contra la razón. Un
acto voluntario
es
lo que procede de la
voluntad,
y de ninguna otra cosa. Pero si en
lugar de decir apetito racional decimos que es un apetito que re–
sulta de una de iberación precedente, entonces la definición es la
misma que he dado aquí. Por lo tanto,
la voluntad es el último ape–
tito en el proceso deliberador.
Y aunque en el lenguaje común de–
cimos que un hombre tuvo alguna vez la voluntad de hacer algo
que, sin embargo, se abstuvo mego de hacer, eso no fue, propia–
mente hablando, otra cosa que una inclinación, ta cual no produ–
ce ninguna acción voluntaria, ya que dicha acción no depende si–
no de ía última inclinación o apetito. Porque si tos apetitos interme–
dios produjeran alguna acción voluntaria, entonces, y por la mis–
ma razón, también las aversiones intermedias harían esa acción invo–
luntaria, y, así, una misma acción sería a un tiempo voluntaria e in–
voluntaria.
Pero es evidente que, no sólo las acciones que se originan en ta
avaricia, la ambición, el deseo o cualquier otro apetito con respecto
a una cosa son
acciones voluntarias,
sino que también lo son las que
se originan en una aversión o miedo a las consecuencias que se se–
guirían de la omisión o no-acción.
Las formas de lenguaje mediante las que se expre-
Formas de
san las pasiones son, en pane, tas mismas y, en pane,
Unguajepara
diferentes de aquellas mediante las cuales expresamos
expresarpasionet.
nuestros pensamientos. Generalmente, y en primer tugar, todas las
pasiones pueden ser expresadas en modo
indicativo: amo, temo, me
alegro, delibero, quiero, ordeno;
pero algunas tienen por sí rmsmas
modos paniculares de expresión que no son, sin embargo, afirmacio–
nes, menos cuando sirven para hacer otras inferencias, además de la
de la pasión de que proceden. La deliberación es expresada en modo
subjuntivo,
que es una manera de hablar apropiada para significar me–
ras suposiciones, con sus consecuencias. Por ejemplo:
si esto fuera he–
cho, se seguiría de esto otro.
Esta manera de hablar no difiere del len–
guaje del razonamiento, excepto en que éste se hace con términos ge–
nerales, y la deliberación se hace principalmente con términos parti–
culares. El lenguaje del deseo y de la aversión es un lenguaje en modo
imperativo: haz esto, no hagas eso.
Cuando a una persona se le obli–
ga o se le protiíbe hacer algo, el imperativo adquiere la modalidad de
orden;
también puede ser, en otros casos, un
ruego o
un
consejo.
El
lenguaje de la vanagloria, de la indignación, de la piedad o de la ven–
ganza, es un lenguaje en modo
optativo.
Pero para el deseo de cono–
cer hay un modo particular de expresión que se llama modo
interro–
gativo,
como cuando decimos:
¿qué es esto?, ¿cuándo serdf,
¿cómo
se hace?, ¿por qué?
1...,27,28,29,30,31,32,33,34,35,36 38,39,40,41,42,43,44,45,46,47,...271