movimientos se den de hecho. Pues por pequeño que sea un espacio,
todo lo que
se
mueve en un espacio más grande de que aquél es par–
te, debe moverse primero sobre aquella pequeña parte. Esos peque–
ños comienzos dei movimiento en el
с и е ф о
del hombre, antes de
que aparezcan como acciones visibles —andar, hablar, golpear,
y
Conato.
otras— reciben comúnmente el nombre de CONA­
TOS.
Cuando este conato está dirigido hacia algo que lo causa, es Ua-
Apetiio.
mado APETITO o DESEO, siendo este último el
Deseo.
nombre genera!, y el primero un término reservado a
menudo para significar el deseo de a imeneo, es decir,
hambre y sed.
Hambre. Sed.
Y cuando e! conato tiende a apartarse de algo, es Ua-
Avenión.
mado AVERSIÓN. Estas palabras,
apetito y aversión,
las hemos tomado de los Latinos, y ambas significan movimientos,
uno de acercamiento, y otro de retirada. Así ocurre también con las
palabras griegas que significan la misma cosa:
OQ\ii\ y aifOQ\ví\.
Por­
que la naturaleza misma frecuentemente impone en los hombres esas
verdades con las que después, cuando buscan algo más allá de la na­
turaleza, se tropiezan. Pues las Escuelas no encuentran que haya mo­
vimiento actual en el mero apetito de andar o de moverse; mas como
deben reconocer algún tipo de movimiento en esos apetitos, lo lla­
man movimiento metafórico, lo cual no es sino una absurda manera
de hablar, ya que, aunque las palabras pueden ser llamadas metafó­
ricas, los
с и е ф 0 5
y movimientos no pueden serlo.
Amor.
Lo que los hombres desean, se dice también que
Odio.
lo AMAN. Y se dice que ODIAN aquello por lo que
tienen aversión. De modo que el deseo y el amor son lo mismo, con
la excepción de que, cuando decimos deseo, ello siempre significa que
el objeto está ausente; y cuando decimos amor, que, en la gran ma­
yoría de los casos, está presente. Asimismo, por aversión damos a en­
tender la ausencia, y, por odio, la presencia
d e l
objeto.
Algunos apetitos y aversiones son innatos, como el apetito de ali­
mento, el apeoto de excreción y exoneración (que pueden llamarse
con más propiedad aversiones hacia algo que los hombres sienten en
sus
c u e ф O s ) ,
y algunos otros, no muchos. El resto, que son apetitos
de cosas particulares, proceden de la experiencia que ha tenido un
hombre de los efectos producidos por esas cosas en él mismo o en otros
hombres. De las cosas que no conocemos en absoluto no podemos
tener más deseo que el de probarlas y experimentar con ellas tenta–
tivamente. Pero tenemos aversión, no sólo hacia cosas que sabemos
que nos han hecho daño, sino también hacia otras que no sabemos
si nos dañarán o no.
Se dice que
desdeñamos
aquellas cosas por las que no sentimos ni
Desdén.
deseo ni odio.
£ 1
DESDEN
e s
solamente una inmo–
vilidad o contumacia del corazón, que hace que resistamos la acción
de cienos objetos, o porque el corazón es movido por otros más fuer–
tes, o porque le falta haber tenido experiencia de ellos.
Y como la constitución del
с и с ф О
humano está en una mutación
continua, es imposible que las mismas cosas causen siempre en é! los
mismos apetitos y aversiones;
y
es todavía más imposible que todos
los hombres coincidan en el deseo de uno y el mismo objeto.
Pero cualquiera que sea el objeto del apetito o deseo de un hom–
bre, a los ojos de éste siempre será un
bien; y
el ob-
Lo bueno.
jeto de su odio y aversión será un
mal; y
el de su des-
den, algo sin valor y
despreciable.
Porque estas palabras de bueno,
malo y desdeñable siempre son utilizadas en relación a la persona que
las usa, ya que no hay nada que sea simple y absolutamente ninguna
de las tres cosas. Tampoco hay una norma común de lo bueno y lo
malo que se derive de la naturaleza de los objetos mismos, sino de
la persona humana; y si ésta vive en una comunidad o república, de
la persona representativa, o de un arbitro o juez que, por mutuo con–
sentimiento de los individuos en desacuerdo, hace de su sentencia la
regia por la que todos deben guiarse
La lengua latina tiene dos palabras cuyos significados se aproxi–
man a los de bueno y malo, aunque no son exactamente lo mismo.
Esas palabras son
pulchrum
y
turpe.
La primera sig-
Pidchrum.
nifica que algo, en vinud de algunas señales aparen-
Тягре.
tes, promete ser bueno; y la segunda, que promete ser malo. Pero en
nuestra lengua no tenemos nombres tan generales con que expresar­
los. Por
pulchrum
decimos, referido a algunas cosas,
bello;
referido
a otras,
hermoso o bien parecido, galante, honorable, gentil,
amable;
y por
tuTpe
decimos
imensata, deforme, feo, plebeyo,
nauseabundo,
y
otras palabras semejantes, según lo requiera el caso. Todos estos tér–
minos, situados en su lugar apropiado, no significan más que un
as-
pecto o
apariencia que promete lo bueno y lo malo. Así, lo bueno se
divide en tres clases: bueno en ta promesa, esto es,
pulchrum;
bueno
en el efecto, como fin deseado, que es llamado
jucun-
Deleitoso,
dum, deleitoso; y
bueno como medio, que es llamado
t^"''
utile, benefiáoso.
Hay otras tantas clases de lo malo;
^""^"¿S'
lo
malo
en la promesa es lo que llaman
turpe;
lo malo
en el efecto y en el fin es llamado
molestum, desagradable,
perturba–
dor; y
lo malo en los medios es lo que se llama
inutde, inútil, dañoso.
Como ocurre con el sentido, lo que está realmente dentro de no-
' Debe entenderse esu norma moril-sin que por ello pierda lo que tiene de exce–
sivo para el lettor moderno— como algo sólo aplicable al intlividuo en sociedad, al
ciudadano,
y
no al individuo en un hipotético estado solitario.
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