geométrico de 7* a 14 millones a lo largo del siguiente
cuarto de siglo, hasta los 28 millones duranle el siguiente
у luego hasta 56 millones y 112 millones, Malthus previo
que se produciría un desequilibrio cada vez mayor entre
la demanda de alimentos por pane de lus personas y la
capacidad de la tierra para satisfacerla. £1 resultado, te–
mió, sería el aumento de hambrunas, privaciones, muer–
tes masivas por hambre y enfermedad y un desgarra–
miento del tejido social.
No es necesario citar aquí todos los debates entre Mal–
thus y sus contemporáneos, baste con observar que escri–
bió deliberadamente el
Ensayo
para rebatir tos argumen–
tos de ciertos escritores (Godwin, Condorcet) sobre la
perfectibilidad del hombre. Esos optimistas habían con–
cluido que, si bien en aquel momento las cosas estaban
trastornadas, el crecimiento del conocimiento humano,
la capacidad de automejora y los progresos del saber aca–
barían por conducir a una sociedad mucho más equita–
tiva, libre de delitos y enfermedades, libre incluso de la
guerra.^ El pesimista Malthus, en cambio, sentía que el
crecimiento demográfico imphcaba un empeoramiento
de la condición humana, con la exacerbación de la dife–
rencia existente entre los «ricos» y los «pobres» debido a
las presiones sobre los recursos dc la Tierra,
De utia forma u otra, este debate entre optimistas y pe–
simistas ha seguido vigente hasta nuestros días y, como
sostendrá este trabajo, es aún más pertinente hoy que
cuando Malthus redactó su
Ensayo.
En cuanto al deba–
te de hace doscientos añqs, los pptimistas demostraron
estar en lo cierto, aunque no necesariamente por todas
las razones que ellos luibfan expuesto. Por un lado, los
abogados de la perfectibilidad del hombre han sufrido
frecuentes desengaños durante el transcurso de los siglos
XIX y, sobre todo, XX. Porotro, los razonamientos pesimis–
tas y matemáticos de Malthus omitían cierto número de
factores; de modo que la previsión de una «gigantesca e
inevitable hambruna» se desvaneció, al menos en lo re-
* E n realidad, en aqueUa ¿poca era mayor, de unos diez miüo-
ferente a su Inglaterra natal. Sin duda en el siglo xix las
Islas Británicas experimentaron algunas consecuencias
negativas de la explosión demográfica: ¡a pobreza rural
se extendió y, mientras millones de personas decidieron
permanecer en el campo, muchos más se desplazaron
hacia las ciudades en busca de trabajo; extensos subur–
bios de casas baratas, sin agua, luz, calefacción y condi–
ciones higiénicas aceptables stu'gieron en las nuevas ciu–
dades manufactureras; había hordas de niños carentes de
atención médica, nutrición, vestidos y educación ade–
cuados; bandas de trabajadores agrícolas desempleados
atacaban las nuevas fábricas agrícolas que les hablan
quitado el trabajo; la protesta social егв generalizada, es­
pecialmente en los años en que las malas cosechas hacían
subir el precio del pan, y las manifestaciones a gran es–
cala (como la ocurrida en Peteriuu en ¡819) fueran feroz–
mente reprimidas por autoridades temerosas de una re–
volución jacobina.
No obstante, tres acontecimienios permitieron a los
ingleses escapar al destino que Malthus había predicho
para ellos. £1 primero fue la emigración; un gran núme–
ro de personas abandonó las Islas Británicas buscando
mejores condiciones en cualquier otra parte del mundo.
En la década de 1820 emigraron poco más de doscientas
mil personas, pero esa cifra se triplicó en ta siguiente
década y casi alcanzó los 2,5 millones en la de 1850. En–
tre 1815 y 1914, unos 20 millones de ingleses dejaron el
país,' un éxodo masivo dada la población global. (En
1900, la población inglesa era de41 millones; sin emigra–
ción, habría superado los 70 millones.) Sin embargo,
más importante que los números absolutos era el hecho
de que los ingleses no encontraban trabas a la emigración
por parte de las autoridades interiores o extranjeras.
Además de quienes embarcaron rumbo a irnos Estados
Unidos hambrientos de mano de obra, millones se diri–
gieron también hacia colonias ricas en tierras
y
recursos
(Canadá, Australasia, África meridional) y habitadas por
pueblos que no podían resistir mucho tiempo la tecnolo–
gía mihtar occidental. Las comunicaciones existentes
Oos veleros para grandes travesías, seguidos del barco de
1...,178,179,180,181,182,183,184,185,186,187 189,190,191,192,193,194,195,196,197,198,...277