hubiese visitado las hacinadas ciudades europeas u ob–
servado la creciente incidencia del subempieo rural: la
ingente cantidad de seres humanos necesitados de ali–
mentos, ropa, refugio y trabajo en sociedadeb que no es–
taban bien provistas para satisfacer tales demandas, al
menos a semejante escala. En el campo, ias casuchas
rebosaban de niños. Las autoridades urbanas intentaban
contener una ttirbulenta oleada de mendigos. En las ciu–
dades más grandes, una población flotante de decenas de
miles de parados dormía por las noches al aire libre y al
día siguiente deambulaba por las calles. Cárceles, asilos,
inclusas y manicomios estaban llenos de despojos huma–
nos que no habían llegado aún a la fosa común.
Los observadores no necesitaban estadísticas para
darse cuenta de que sus sociedades experimentaban una
explosión demográñca. Si hubiesen dispuesto de datos
'la confección de tm censo tiacional empezó a introducir–
se en esa época-, las cifras habrían confirmado tal juicio.
La población europea (incluyendo Rusia), que había sido
de unos 100 millones en 1650, erade 170 millones un si–
glo más tarde y, en 1800, superaba con creces los 200 mi–
llones.' La población de Inglaterra y Gales creció sólo un
1 % en la década de 1720, alcanzó un 4% en la década de
1750, Fue aumentando aproximadamente en un 10 % a
medida que se acercaba el año 1800 y siguió aumentan–
do.^ Debido al flujo demográfico procedente del campo,
las principales ciudades crecieron aún más deprísa. En
víspeí^ de la Revolución francesa. París contaba con un
total de entre 600.000 y 700.000 habitantes, de los cuales
unos 100.000 eran vagabundos: el material combustible
para una explosión social. La población de Londres era
todavía mayor sus 575.000 habitantes en 1750 se habían
convertido en 900.000 en 1801, incluyendo una multitud
de bulliciosos vendedores ambulantes, carteristas, golfos
y criminales muy bien retratada en los grabados de la
época. Con cada vez más epobres» que nacían en un mun–
do con relativamente pocos «ricos», ¿era de extrañar que
las autoridades temieran y restringiesen las reuniones pií-
blicas, la difusión de panfletos, las «asociaciones» de
obreros y otras actividades potencialmente subversivas?
Este impulso demogrófico de finales del siglo xvm, que
también se daba en países tan lejanos como China y Es–
tados Unidos, tema diversas
causas.
Una de ellas fue el
inexplicable declive de la virulencia de enfermedades
como ta viruela. Otra, el creciente uso de las técnicas de
vacunación. Otra, las mejoras en et sutnirustro de alimen–
tos y la dieta, al menos en ciertas zonas de Europa occi–
dental. En algunas sociedades, las mujeres se casaban
más Jóvenes.' Fuera
c u a l
fuere la combinación exacta de
razones,
lo
cierto es que en la mayor parte del mundo
había muchos
m á s
niños que un siglo antes. Y a medida
que crecía, la población presionaba sobre los recursos
existentes.
La perspectiva de un creciente desequilibrio entre la
población y los recursos inquietaba proñindamente a un
culto e inquisitivo pastor
r u r a l
inglés llamado Thomas
Robert Malthus, quien en 1798 formidó sus pensamien–
tos en una obra que io ha hecho famoso en todo el mun–
do. En el
Ensayo sobre la población,
*Malthus se refería
a lo que, en su opinión, era el mayor problema al que
debía
enfrentarse la especie humana; a saber, «que
el
poder de ta población es indefinidamente mayor que el
poder de la tierra de producir subsistencia para el hom–
bre».* La
c a u s a
de ello, sostenía, era que las poblaciones
de Inglaterra, Francia y Estados Unidos se duplicaban
cada veinticinco
años,
mientras que,
a i m
cuando se con–
quistaban nuevas tierras, no existía certeza algima de que
las existencias de alimentos pudieran aumentar repetidas
veces
en la misma proporción. En realidad, si bien era
concebible que la producción de una granja se duplica–
ra en tos siguientes veinticinco
a ñ o s ,
suponer que
esta
duplicación pudiera ocurrir
t u i a
y
o t r a
vez era
« c o n t i B -
rio a todo nuestro conocimiento de las cualidades de la
tierra».' Dado que la población inglesa aumentó de modo
* De modo más preciso. T. R. Malthus,
An Essay on ihe Prin-
cipk of Populalion as il Affects the Future Improvement of Society,
Londres, 1798. También conocido como el • p r i m e n ensayo de
Malthus sobre la población, puesto que !oreescríbió en í 803
y
hubo
ediciones posteriores. [Existe traducción castellana.
Ensayo sobre
dprincipio de población. Muú,
Madrid, 1990.]