las áreas europeas más productivas, se habrá creado una entidad
inigualable. La Casa de Europa puede convertirse en una región
relativamente autónoma, de rápido crecimiento, que podría dis–
tanciarse del resto de la manada.
Como los países europeos representan tanto las tendencias
comunitarias como las individualistas del capitalismo, los com–
promisos necesarios para la integración europea podrían llevar
a una combinación y una unión de las mejores vetas de ambas
corrientes. Los europeos no necesitan adoptar ideologías ex–
tranjeras, norteamericanas o japonesas.
Los europeos también tienen la ventaja de ser quienes re–
dacten las normas que regirán el comercio durante el siglo XXI.
Y no podría sorprender que quienes redacten las reglas las for–
mulen de tal modo que favorezcan a los que juegan el juego al
modo europeo.
Pero eso no significa que Europa vencerá. Significa única–
mente que puede triunfar si realiza exactamente los movimien–
tos apropiados, sin importar la eficiencia con que Estados Uni–
dos o Japón jueguen el juego económico. Los movimientos
apropiados involucran dos problemas principales. Las eco–
nomías de Europa occidental realmente deben integrarse, y esa
integración debe extenderse rápidamente a Europa central y
oriental. Las economías ex comunistas de Europa central y
oriental tienen que convertirse en eficientes economías de mer–
cado. Ninguna de las dos tareas es fácil. Ambas exigirán ciuda–
danos europeos dispuestos a realizar sacrificios hoy para crear
un imperio económico mañana. Europa occidental tendrá que
mostrarse dispuesta a conceder mucha ayuda económica a Euro–
pa central y oriental con ei fin de poner en marcha el capitalis–
mo.
Habrá que desechar las antiguas rivalidades fronterizas y
étnicas tanto en Europa oriental como en la occidental. Los in–
gleses y los alemanes tendrán que llegar a ser
europeos.
Sus dife–
rentes reacciones frente a la Guerra del Golfo ilustran clara–
mente que los problemas políticos aún no están superados. Pese
a esos obstáculos, la Casa de Europa mantiene la posición de
apertura más sólida en el tablero económico mundial.
Estados Unidos de América
El choque entre el capitalismo y el comunismo fue un cho–
que económico, ideológico y militar. El capitalismo, la democra–
cia y un conjunto mundial de alianzas militares (como por ejem–
plo, la OTAN), se opusieron ai comunismo, el totalitarismo y a
otro grupo de alianzas militares (como por ejemplo, la del Pac–
to de Varsovia). En definitiva, la debilidad económica del comu–
nismo llevó a la victoria de! capitalismo, a la difusión de la de–
mocracia, al abandono del Pacto de Varsovia en marzo de 1991,
y el derrumbe final de la propia Unión Soviética.
El choque entre el capitalismo individualista y el capitalis–
mo comunitario es rigurosamente económico. Todos los capita–
listas creen en la democracia; y creen en la propiedad privada de
la riqueza. Estados Unidos será ia superpotencia militar dei si–
glo XXL Pero ese hecho, en realidad es un impedimento que es–
torba sus intentos de continuar siendo una superpotencia
económica durante el siglo XXL Para ser una doble
5иреф01еп-
cia, tendrá que estar dispuesta a invertir lo que otros invierten
para lograrlo, y, además, tendrá que realizar las inversiones ne­
cesarias para mantenerse como superpotencia militar.
Estados Unidos ha sido rico por más tiempo que cualquier
otro país, por lo tanto comienza el siglo XXI con más activos
económicos reales que nadie, activos que pueden usarse en la
competencia económica del siglo XXI. Desde el punto de vista
tecnológico rara vez está muy rezagado, y a menudo marcha muy
por delante. Su ingreso per capita y su productividad media no
ceden a nadie el primer lugar. Su fuerza laboral educada en ias
universidades es la mejor del mundo; su mercado doméstico es
mucho más grande que el japonés, y mucho más homogéneo que
el europeo.
Pero malgastó gran parte de su ventaja inicial permitiendo
la atrofia de su sistema educacional, transformándose en una so­
ciedad de alto consumo y baja inversión, e incurriendo en enor­
mes deudas internacionales. Hacia fines del siglo XX es el que
está menos preparado para la competencia que se perfila en el
siglo XXI.
La inversión norteamericana sencillamente no tiene jerar­
quía mundial. La inversión en fábricas y equipos por trabajador
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