nistrativa"- con el fin de impedir que las empresas norte–
americanas que poseen ventajas tecnológicas conquisten posi–
ciones en el mercado nipón tan sólidas que después no puedan
ser desalojadas por las empresas japonesas que quieran entrar
en esos mercados. Corning Glass se enfrentó con esos retrasos
en las fibras óptica; más recientemente, Motorola tuvo el mismo
problema con los teléfonos celulares.
Las normas que rigen el comercio internacional están sien–
do infringidas unilateralmente, por dos razones. El mundo ha
superado las reglas actuales, y las tasas flexibles de cambio, que
supuestamente garantizaban un equilibrio general de las cuen–
tas comerciales, han dejado de funcionar. El cuadro de exceden–
tes y déficits es más desigual, más persistente y más considerable
que lo que nunca ha sido antes. Los retrasos temporales son ex–
cesivos, y los desajustes demasiado amplios para tolerarlos. Du–
rante el prolongado período en que soportan el déficit, los países
creen que deben responder con actos que limiten sus importa–
ciones en desafío a las normas del comercio internacional, pues
demasiados productores locales se ven perjudicado por las im–
portaciones y muy pocos se ven beneficiados por las exportacio–
nes.
Es posible que el mundo desarrollado esté aproximándose
hacia bloques comerciales, pero aun así, necesitará reglas de co–
mercio y algún mecanismo que las controle. Con el tiempo será
necesario redactar las normas que rijan un mundo basado en
cuasi-bloques comerciales. ¿Qué técnicas de comercio adminis–
trado son permisibles? ¿Qué normas impedirán que los bloques
comerciales sucumban a la tentación de la autosuficiencia? En
la reunión en que se redacten las nuevas normas, habrá que in–
corporar una institución que fue propuesta, pero por último
omitida, cuando se creó el GATT-la Organización del Comer–
cio Internacional (OCl). La OCI fue concebida inicialmente pa–
ra ser el juez y el policía del sistema comercial mundial. Estados
Unidos rechazó la OCl porque no deseaba ser juzgado ni vigila–
do. Quería ser el juez y el policía. Pero Estados Unidos hoy no
está en condiciones de representar ese papel autodesignado.
El mundo tiene que crear una institución que vigile un sis–
tema comercial justo, incluso si el sistema es un sistema de co–
mercio administrado.
COORDINACIÓN MACROECONOMICA
La historia nos enseña que el capitalismo es un sistema
intrínsecamente inestable y que de tanto en tanto hay que salvar–
lo de sf mismo. La inflación, el pánico financiero, las recesiones
o las crisis, todos son elementos intrínsecos del capitalismo. El
capitalismo es un fenomenal generador de bienes y servicios, pe–
ro lo mismo que un auto de carrera con muy buena puesta a pun–
to, a menudo tiene desperfectos que necesitan muchas repara–
ciones regulares, así como revisiones y reglajes.
Piénsese en lo que estaría sucediendo ahora en Estados
Unidos si el gobierno norteamericano no hubiese acudido al res–
cate de los bancos de ahorro y préstamo en bancarrota, cuando
se agotaron los fondos de garantía de los depósitos. Con los de–
positantes que habían perdido cientos de miles de^millones de
dólares, ya estaría desarrollándose un cataclismo semejante al
de los años 30.
Con firmes medidas keynesianas de fortalecimiento de la
demanda total para oponerse al ciclo (en la forma de un gran re–
corte impositivo, un gran aumento en los gastos para la defensa)
la dura crisis mundial de 1981-1982 se convirtió en un resultado
aceptable durante el resto de la década. Con las políticas keyne–
sianas convencionales de carácter anticfclico, que aportaron mu–
cha liquidez al sistema, el pánico mundial financiero de octubre
de 1987 fue convertido en el rendimiento más dinámico de la
década de 1988.
Pero el problema rea! probablemente no es el desastre.
Si sobreviniera una brusca caída de la economía mundial, las
tres grandes economías (Alemania, Japón y Estados Unidos)
coordinarían sus esfuerzos para impedirlo. El problema real
es que la tasa de crecimiento mundial sea tan baja que los ni–
veles de vida desciendan en la mayoría del mundo, pero no
tanto que amenacen la estabilidad del sistema, como sucedió
durante gran parte de la década de 1980. En esas condiciones
tan inseguras, no hay coordinación. Sin la creación de una
demanda global suficiente, el resultado tiende a ser un mun–
do que en la década de 1990 crezca aun más lentamente que
en la década de 1980.