Los problemas de la deuda del Segundo y el Tercer mundo
han sido sometidos a las posibilidades de solución del Banco
Mundial y del Fondo Monetario Internacional; pero estas insti–
tuciones a lo sumo pueden continuar poniendo parches un siste–
ma que ya tiene demasiados. Ninguna de estas instituciones ha
sido diseñada para resolver problemas de la deuda; ninguna dis–
pone de los instrumentos necesarios. Pueden postergar el colap–
so, pero no pueden devolver la salud a los sistemas financieros
del Segundo y el Tercer mundo.
LA ESTABILIDAD DE LAS TASAS
DE CAMBIO EXTRANJERAS
En el tema de las tasas de cambio flexible los miembros de la
profesión de la economía, yo incluido, se han equivocado. Allá por
1971, cuando el mundo adoptó el sistema actual de tasas de cambio
flexibles, los economistas tem'an la certeza de que sería imposible
presenciar grandes fluctuaciones de las tasas de cambio entre los
principales países durante breves períodos, o tener monedas que es–
tuvieran esencialmente sobre o subvaluadas durante im período más
o menos considerable. Sin embargo, durante las últimas dos décadas
ambas cosas han sucedido.
Si se suman las variaciones de la productividad, la inflación
y las tasas nominales de cambio, la tasa de cambio real dólar-yen
aumentó un soфrendente 70 por ciento en el curso de unos po
cos meses, a principios de la década de 1980. Una empresa nor
teamericana como Са1еф111аг (fabricante de equipos pesados
para mover tierras), cuyos costos eran iguales a los de su compe
tidor japonés Komatsu, de pronto comprobó que, sin tener ella
en absoluto la culpa, se enfrentaba con costos que eran un 70 por
ciento más elevados.
Con vaivenes tan violentos de las tasas de cambio, sencilla–
mente no es posible tener economías eficientes. Nadie sabe
dónde debe instalarse la actividad económica; nadie sabe cuál es
la fuente más barata de insumos. No importa cuál sea el lugar cn
el que se desarrollan las actividades económicas, la mayoría de
las veces estarán instaladas en el lugar equivocado. El resultado
es un aumento irmecesario del riesgo y la incertidumbre; una
creciente inestabilidad a causa del proteccionismo; se acortan
los horizontes temporales porque las empresas tratan de Umiiar
el riesgo y la incertidumbre evitando los compromisos de largo
plazo; se reducen las principales inversiones nuevas a largo pla–
zo; se incurre en enormes costos de ajuste a medida que ia pro–
ducción se desplaza hacia los lugares más baratos; aparecen las
expectativas de inflación cuando los rápidos cambios de los va–
lores de la moneda aumentan los precios de importación, con ta
consiguiente inestabilidad de las tasas de interés. Sin señales cla–
ras que indiquen dónde deben realizarse las inversiones durade–
ras e intensivas en capital, las empresas comerciales han optado
por suspender tales inversiones. ¿Oué empresa quiere realizar
inversiones importantes en instalaciones destinadas a durar 30
años para comprobar que los cambios inesperados de la mone–
da han convertido una inversión rentable en una inversión no
ríjntable?
Los valores de la moneda también han cambiado en direc–
ción contraria a lo que habría podido pronosticarse sobre la ba–
se de la teoría económica estándar. Durante los primeros seis
meses de 1990, el valor del yen japonés disminuyó bruscamente,
a pesar del excedente comercial japonés que era entonces el
principal del mundo. Estos movimientos de la moneda no pue–
den pronosticarse ni explicarse. Incluso después de la caída del
valor del yen, en 1990, nadie tenía una buena explicación acerca
de las causas del fenómeno.
El mundo aprendió a vivir con la inestabilidad de la
moneda en las últimas dos décadas, pero se ha pagado un
precio elevado. Conviene recordar que la tasa de crecimien–
to real del mundo en la década de 1980 fue bastante inferior
a la de la década de 1970, a pesar de los problemas con los
alimentos, los problemas del petróleo, ta inflación, las rece–
siones y los períodos difíciles por tos que se recuerda esa
década anterior.
Para limitar la inestabilidad de la moneda en Europa, los
europeos están reconstruyendo un sistema de tasas fijas de cam–
bio para Europa. Si ia estabilidad de la moneda es necesaria pa-