Tema y Variaciones 43 - page 84

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Tema y variaciones de literatura 43
Esa inseguridad estilística lo llevaba a abusar, por ejemplo, del
símil “como”. En el cuento “Dios en la tierra”, de apenas cuatro
páginas, lo repite veinte veces. “El mundo se hizo de agua y de
tierra y ambas están unidas,
como si
dos opuestos cielos hubiesen
realizado nupcias imponderables”.
13
En “El corazón verde”, hay
cincuenta y siete repeticiones. En
Dormir en tierra
y
Material de los
sueños
estas repeticiones viciosas ya habrán desaparecido. Pero el
abuso del símil no revela simplemente un desaliño estilístico, sino
la tentación irresistible de ir más allá de las limitaciones que la
anécdota le impone. Este querer ir más allá de las acciones se tra-
duce en una ansiedad verbal perceptible en sus letanías materia-
listas, en sus hipérboles y símiles, en frases retóricas, portadoras
de una doble y hasta triple carga semántica, que buscan, en su
enumeración, abarcar la totalidad de las cosas. Pero también se
manifiesta como un acto de fe naturalista, un prurito por exhibir
un mundo sombrío, emporcado por la violencia y las miserias hu-
manas. Nada tan opuesto a la sobriedad como el naturalismo. El
naturalismo es, en todas las artes, hablar de los más bajos fondos
del hombre y, por ello, es exceso, adjetivación, gesto y mueca, me-
lodrama. Sólo que, de acuerdo con José Joaquín Blanco, hay algo
de sagrado en el naturalismo de Revueltas, pues “se fascina en el
dolor, la llaga y la derrota de sus personajes, porque acaso sólo en
esas situaciones sin paliativos ni salida encontró una especie de sa-
cralidad atea, de sacralidad terrenal, sin la cual no podía concebir
la nobleza y la dignidad del hombre y de la tierra”,
14
ni podía dar
ese “beso al leproso” que predica la novela de Mauriac y también
las de Revueltas. Los cuentos naturalistas de
Dios en la tierra
no
son la excepción. Todos se complacen en la descripción de un
mundo sórdido, pero con un manto invisible de amor y ternura.
Ahí está, como ejemplo, “El hijo tonto”, cuento regido por el
tema de la agonía, con su atmósfera fúnebre y pestilente, sus cla-
roscuros intensos y el retórico exceso de palabras.
El abuso del símil en Revueltas tiene, entonces, dos caras: la
primera revela una imprecisión estilística, una dificultad para llegar
al núcleo desnudo de las cosas, a la sustantividad, como sí lo con-
siguió Rulfo. Pero ese mismo exceso de adjetivación –pues el símil
13 
J. Revueltas, “Dios en la tierra”, en
Dios en la tierra,
p. 15.
14 
José Joaquín Blanco, “José Revueltas: la soledad habitada”, en
José Revuel-
tas
, p. 12.
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