Vladimiro Rivas Iturralde
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identificarse, ser una sola cosa. “Cárcel textual”, lo llama con
acierto Evodio Escalante.
17
Esta ilusión, según la cual el lenguaje
parece confundirse con la realidad (
cf.
Tolstoi) es la esencia del rea-
lismo literario.
Si la digresión, la adjetivación y la enumeración responden a
una búsqueda gnoseológica, me parece inevitable que el periodo
o el párrafo se clausuren con un elemento inconfundible en la
construcción estilística de Revueltas: la frase conclusiva, lapidaria,
fatal, inapelable:
Con el empleado ocurría otro tanto. Estaba tan incorporado, tan en-
tremezclado a todos esos objetos, que su sustantividad era igual-
mente delimitada y palpable. Fuera de aquellas cuatro paredes, se-
parado de aquel mugroso escritorio, el empleado sería como un
murciélago bajo la luz del sol, dando tumbos, absolutamente ciego
y extraño.
Estaba ahí para siempre, para todos los días, para todos
los años, para la eternidad, porque aquello era la eternidad misma.
18
O este otro:
Desde entonces, y hasta la muerte de Cristóbal, todas las calamida-
des del pueblo, las sequías, las muertes, atribuyéronse a ese misera-
ble ojo en perpetua vigilia, a ese ojo tan espantoso, tan espantoso,
tan intranquilizador, tan acusador, como aquel que persiguiera a
Caín por los siglos de los siglos.
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Al describir a un personaje, Revueltas quiere ser trascendental:
convoca al cielo, a los ángeles, a las entrañas de la tierra, a las
fuerzas que lo mueven hacia arriba y hacia abajo, de tal manera
que hace de cada personaje una abstracción. Todo muy retórico y,
en sus mejores momentos, muy poético. Así ocurre en “Una mu
jer en la tierra”, donde la muerte de un esposo y el casi simultáneo
nacimiento de su hijo sólo es pretexto para construir un discurso
trascendental acerca de la existencia del hombre y definirlo lírica-
mente. Aquí, como en tantos otros cuentos, el discurso literario
está divorciado de la materia narrativa que presuntamente le da
17
Evodio Escalante, “Retornar a
El apando
”, en
La Jornada Semanal
, núm.
56, México, 31 de marzo de 1996, p. 6.
18
J. Revueltas, “El quebranto”, p. 62. El subrayado es mío.
19
J. Revueltas, “La acusación”, en
Dios en la tierra
, p. 145.
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