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Tema y variaciones de literatura 43
mente en el cielo. Caían. Y en lugar de alas tenían dos brazos dolo-
rosos, dos brazos duros, para amar y hundirse en la tierra.
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La digresión –que toca el mito de Ícaro– alcanza un grado de in-
tensidad poética incomparable en “La palabra sagrada”, el mejor
de sus cuentos, publicado en
Dormir en tierra
, de 1964. Una ex-
traña historia de amor, con un triángulo amoroso: Alicia, la joven
estudiante; Andrés, su novio, y Mendizábal, el maestro, a quien
acusan de la violación de Alicia y se sacrifica por ella. El amor de
hombre a mujer, el amor sexual, el amor como resucitador de tie-
rras muertas y como presencia subversiva en una sociedad hipó-
crita. El amor como culpa, los amantes como víctimas, la amante
como puta. El amor sexual se vuelve cósmico; el mundo que habi-
tamos, un engendro del amor y de la culpa. Lo mejor del cuento
es la hermosa alegoría del desván, un verdadero poema en prosa
sobre el globo terráqueo cubierto de polvo, de donde, al paso del
ángel del tiempo –Alicia– y de la escritura de la palabra
amor
, van
brotando las ciudades, los ríos, los mares, la historia. Nunca alcan-
zó Revueltas tanta intensidad poética como en estas páginas sim-
bólicas y admirables.
Hubo mucho tremendismo estilístico en las primeras obras de
Revueltas, un amaneramiento al revés, es decir, no hacia lo sofis-
ticado y refinado, sino hacia lo sucio, lo impuro, lo cruel, un gusto
naturalista por lo sórdido, que nunca dejará de existir sino que se
irá depurando con el tiempo. Ejemplo, entre muchos, “Los hom-
bres en el pantano”. En algunos casos, como en el capítulo
XIII
de
Los errores
, en que Olegario narra su fuga de Lecumberri por la
alcantarilla entre ratas voraces, el amaneramiento se convierte en
virtud: este capítulo es, sin duda, admirable y espeluznante. No se
trata de hacer concesiones al “buen gusto” burgués, sino, al con-
trario, de hacer más descarnado lo sucio, liberado de digresiones
retóricas. En este sentido,
Los errores
es la más agresiva, esperpén-
tica, laberíntica, desigual y monstruosa –desde el punto de vista
académico–, novela de Revueltas, pero quizá la mejor que un
mexicano haya escrito sobre la ciudad de México. En sus comien-
zos, en
Dios en la tierra
(1944), el estilo de Revueltas era retórico,
hiperbólico y descuidado, con exceso de adjetivación y abuso del
símil. Abusaba de los adjetivos límite, como
irremediable, tremen-
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José Revueltas, “Una mujer en la tierra”, en
ibid
., p. 80.
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