LA CATEDRAL
Un recurrente motivo de fotografías
Una instantánea en el Zócalo al atardecer de un día entre semana: al
borde de la calle situada frente a la Catedral hay un vocho amarillo
con el motor y las luces encendidas. En medio del haz de luz, una
mujer joven posa con tres niños pequeños. Un hombre, con una sen–
cilla cámara fotográfica, está arrodillado junto al taxi, le grita a la
mujer cómo debe pararse y colocar a los niños y les saca una foto
delante de la Catedral iluminada. De una manera muy particular, se
trata de una escena sumamente íntima en medio de la gran plaza.
Pero detrás de esa escena se oculta tal vez una historia absolutamen–
te cotidiana: la familia quiere sacar una foto de la mujer con los tres
chicos pequeños. La enviarán de recuerdo a algún pariente, o tal vez
sea su aniversario de bodas o el cumpleaños de uno de sus hijos. Es
un acontecimiento especial, la mujer y los niños se han acicalado
con sus ropas sencillas.
La
foto debe mostrar la Catedral en el fondo,
el suntuoso edificio en medio del Zócalo, en el centro de la ciudad .
El hombre es taxista, y aprovecha una ocasión al final de un día de
labor, cuando ya no hay mucha clientela. Va a buscar a su familia
hasta alguno de los distantes suburbios de la periferia, los invita a
todos a subir al auto y se dirigen al centro. Una verdadera excursión
familiar, los niños están locos de contento.
La
cámara fotográfica se
las ha prestado tal vez algún vecino, un tío o un compadre. Es ya tarde
y está oscuro; no tienen
flash ,
por eso la familia se coloca a la débil
luz de los faroles delante de la iluminada Catedral.
Esta historia, por muy individual y curiosa que parezca en un
primer momento, es, si se observa bien, representativa de otras
muchas historias que tienen lugar a diario en la plaza. Si se mira a
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