las litografías del siglo
XIX,
ve que no existe ninguna reja que separe
los lugares profano y sagrado del Zócalo, sino una baja y pesada
cadena de hierro que cuelga de varias estelas de piedra. En documen–
tos del Archivo Histórico de la Ciudad de México se demuestra
que lo que realmente contaba con una larga "traclición" no era tanto
la reja como la lucha por la delimitación de los distintos territorios.
Ya a mediados del siglo
XIX
se produjo una querella entre el
ayuntamiento, es decir, entre el gobierno de la ciudad y la Iglesia
sobre la cuestión de la responsabilidad por el atrio de la Catedral . A
raíz de una nueva pavimentación de la plaza, fueron retiradas las
cadenas alrededor de la Catedral, lo que provocó una airada protesta
de la Iglesia. A partir de entonces, se produjo entre ambas institucio–
nes un intercambio epistolar que duró varias semanas y que hoy
abarca 44 páginas en las actas del archivo. Quienes aprobaban la de–
marcación aludían entre sus argumentos a la elegancia de las cadenas
de hierro allí colgadas desde hacía tanto tiempo. Como argumento
en contra se planteaba que las cadenas, al ser utilizadas como asiento,
eran despojadas de su finalidad, y que había demasiadas personas en
la plaza, por lo que la visibilidad de la Catedral y el acceso a ella se
facilitarían mucho sin esa barrera. El consejo eclesiástico de la ciudad
puso fin a la querella en abierta polémica con el gobierno, argumen–
tando que el entonces todavía existente camposanto tenía que quedar
cercado, y que ésta no era una cuestión del poder político (AHcdM
1851, núm. 21).
En el caso del proyecto arquitectónico de 1999, el jefe de gobier–
no en funciones, Cuauhtémoc Cárdenas, se disculpó públicamente
ante los irritados representantes de la Iglesia y enfatizó que las auto–
ridades religiosas correspondientes participarían en la toma de deci–
siones y que los arquitectos estaban dispuestos a desarrollar otra
opción al proyecto actual
(La jornada ,
4 de julio de 1999).
En el caso de estos reiterados debates, llama la atención cómo la
reja separa muy evidentemente lugares o ámbitos funcionales distin–
tos. Ella forma una frontera bien delimitada y constituye al mismo
tiempo un elemento arquitectónico que sirve para demarcar un terri–
torio ocupado (Cullen, 1991 :23). Esa reja, que separa el espacio entre
125
1...,115,116,117,118,119,120,121,122,123,124 126,127,128,129,130,131,132,133,134,135,...306