preguntar sobre aspectos históricos de la fachada barroca. La reja
parece marcar una frontera entre la vastedad de la plaza y el interior
del edificio religioso.
En la primavera de 1999 fueron presentados a la opinión pública
los proyectos seleccionados en un concurso nacional para la remo–
delación del Zócalo.' Los debates que se suscitaron a continuación ,
giraron sobre todo en torno de la reja de la Catedral. En una pro–
puesta elaborada por un jurado integrado por arquitectos y políti–
cos, se proponía eliminar la reja, suprimiendo así la separación en–
tre la explanada y la iglesia. Pocos días después del anuncio, los
periódicos se llenaron de cartas de lectores, y en un programa ra–
dial matutino sobre el tema "remodelación de la plaza", varios ciu–
dadanos comprometidos expresaban sus opiniones . Una j oven que
se calificó a sí misma como cristiana, se opuso en forma muy excitada
a la planeada remodelación arquitectónica de la plaza. Para ella, la
eliminación de la reja constituía sobre todo una afrenta. No sólo
porque era bonita, sino porque siempre había estado allí y de hecho
formaba parte también del patrimonio cultural de la ciudad. Otro
radioescucha, historiador de profesión, apoyó ese criterio argumen–
tando a favor de la preservación del atrio como elemento funda–
mental de la Catedral, el cual conducía a los creyentes que se acerca–
ban a la iglesia a través de un espacio de tránsito específico
(traspaso)
entre lo cotidiano y lo sagrado. Sería fatal que ese espacio quedara
destruido con la eliminación de la reja, decía el historiador.
La
mayoría
de los comentarios críticos contra la remodelación de la plaza se
referían a la supuesta tradición e historia de la reja. Si uno observa
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Sobre la base de una encuesta realizada entre la población en relación con
la restauración del Zócalo (1998),
el
nuevo gobierno de la ciudad convocó a un
concurso nacional para la remodelación de la plaza (Bases del Concurso Nacional
para la Rehabilitación de la Plaza de la Constitución, México, 1998). Después de
presentado en acto público e l proyecto ganador, éste fue muy discutido
y
criticado
en los días
y
semanas sucesivos
(ef
entre otros:
Reforma,
3 1 de marzo de 1999).
En los debates se pusieron claramente de manifiesto las distintas formas de percep–
ción
de
la plaza, así como las atribuciones de significado en relación con
la
misma. Aunque el proyecto de remodelación El Nuevo Zócalo debía quedartennina·
do a finales de 1999, en la primavera del año 2000 aún no se habían producido
transformaciones esenciales en la plaza.
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