ciiífi
(h'l sector
guhcrrwmerital.
En ocasiones,
también
se sostiene
qtie
tal
ineMabilkl
Itti
se incrementa
con el tamaño
relativo
del gobierno"."
Otro
autor sostiene que los keynesianos han sido responsables de los mayores
fracaso: políticos de los sesenta y setenta, agregando que "sus recomenda–
ciones probaron ser erróneas, no sólo a causa de sus pronósticos inadecua–
dos sino porque ignoraron los efectos de largo plazo de sus políticas y
también porque muchas de sus creencias en torno a su capacidad para
un ajuste fino
(fine tune)
de la economía resultaron también falsas"."
Friedman, por su lado, declara que "no hay ningún defecto fundamen–
tal del sistema de precios que haga del desempleo el resultado natural
de un mecanismo de mercado plenamente operativo"," y agrega, con tono
típico, que la noción de un capitalismo inestable es ajena a los "econo-
mistas proresionales". La excepción, en cuanto a "respetabilidad acadé–
mica", sería Keynes. Pero, "la demostración de esta posición por Keynes,
os falsa"."^
En relación a Kcyncs, quizá no esté demás recordar dos aspectos: í) re–
firiéndose я la evidencia empírica, señala que "excepto durante la guerra,
dudo que tengamos alguna experiencia reciente de un auge tan poderoso
que llevara a la ocupación plena"; " ii) en el plano teórico, apuntando a la
visión neoclásica, escribe que "sus enseñanzas engañan y ,son desastrosas
si intentamos aplicarlas a los hechos reales","
3. En realidad, la evidencia histórica resulta del todo concluyente
respecto a la controversia. Esto, en virtud del
hecho,
bastante notorio por
lo demás, de las fluctuaciones y ciclos económicos. Estas fluctuaciones,
además, quedan prácticamente sin explicar en la perspectiva neoclásica.
Al rcspecti>, Solow ha (•omcr)ta<Io:
Arpuytüi que
iiu
se ¡lucde creer en las fallas del mercado para compensarse
.sin tener una teoría aceptable para explicar por qué eso sucede as!. Esto es
un precepto interesante cuando se piensa en él. Recuerdo haber leido una
vez que todavía no se explica cómo se las arregla U jirafa para bombear la
cantidnd adecuada de sangre a lo largo de todo el cuello hasta su cabeza;
Karl Brunner,
"b
.sucí of Post-Keynesian Monetary Analysis", en Thomas Mayer
(eclil.),
The Structure
of
Afoneforum, W,
tV.
Norton and Co., Nueva York, 1978.
p, 74. Los subrayados son nuestros.
*• Allan H , Meltier, "Monetarism and the crisis in Economics", en D, Bell e
Irwing Krislol (edits.).
The crisij in Economici
Theory,
Basii: Books, N. York, 1981,
p. 39. Para el caso de América Latina bastarla correr un poquito hacia atrás lai fechai
V cambiar heynesianos por cepaltnos para repetir la cita,
M . Friedmn у Anna J. Schwartz,
Monetary
Trendi
in the tjniled
Slatti
and
the United
Kingdom,
The University of Chicago Press, Chicago у Londres, 1982, p. 42.
"> Ibid.,
p. 43
Teoria
General,
rcr..
Mexico, 1974, p. 287.
" Ibid.,
p, l'i.
p
[?io
es dificil pensar qm- nadie concluya de aquí que las jirafas uo tienen
P
1
cuello largo. Por lo menos, riiidie
t\\ie
haya est.ido alguna vez en el zoo."'-*
Otro cnonoiado nutor -James Tobin— seríala; "El punto de vista según
cl cual el sistema de mercado posee, para un conjunto invariable de ins-
Irumcntos de política económica, poderosos mecanismos de autoajuste que
garanticen la estabilidad de su equilibrio con pleno empleo no es avalado
ni por la teoría ni por la larga historia de fluctuaciones económicas del
capitalismo." Sostiene que no se puede negar que el Estado puede ser y
haya sido, en algunas ocasiones, una fuerza desestabilizadora. Pero que
aquellas "sean la única fuente de
shoks
que perturben un mecanismo in-
trÍTisecamcntc estable, es una proposición que sólo pueden avanzar seria–
mente personas que tienen una fe extravagante en .sus propios modelos
alistractos y atestiguan una verdadera amnesia histórica".^"
Cabe también recordar que antes de ia Segunda, y especialmente de
la Primera Guerra Mundial, el Estado más bien prescindía en materia eco–
nómica y el gasto público constituía un bajísimo porcentaje de! gasto to-
t;il. No obstante, cl ciclo operaba a lodo vapor. Por lo tanto, inai sc podría
hablar di' un sector privado esencialmente estable. Agreguemos; incsta.
hüidad no significa —necesariamente- oscilaciones divergentes ([uo con-
thizcan al derrumbe
niilomático
de! sistema.
4. Por otro lado, y a contrapelo de algunas ilusiones keynesiauas, la
preservación cid ciclo en la posguerra nos advierte que la intervención
estatal
no lo puede stiprimir.
Aunque sí, y bajo ciertas condiciones, lo pue–
de llegar a suavizar bastante.
La cuntradítuón implícita en los ciclos y crisi.s, ciertamente nn se cii-
mina. Lo que cambia son sus formas de manifestación y
óe
(irsarrolln.
El problema de ias políticas de corte keynesiano, cl del manejo estatal
auticíclico de la demanda agregada, es que si tal política llega a tener
relativo éxito acercando la economía a niveles próximos al pleno empleo,
también genera las condiciones para provocar lo que Kalecki denominara
"ciclo político". En su lúcido trabajo de 1943, el gran economista polaco
indicaba que "es errónea la hipótesis de que un gobierno mantendría cl
pleno empleo en una economía capitalista si sólo supiese cómo hacerlo"."
Al respecto, alude a tres razones. Por su extraordinaria actualidad (por
ejemplo, para México hoy) permítasenos citar
in extenso
la primera razón:
Robert M . Solow, "Sobre las teorías del desempleo",
¡nformación
Comercial
Española,
julio-agosto de 1981, p, 139.
James Tobin, "Reflcuions sur la ihcorics macroeconomiquc contemporaine".
Económica,
París, 1983,p. 66,
" M .
K a l T f c i , "Atprrtos políticos del pleno emplen".
Sobre rl rapUali<mo
co"-
Irmfnránr-'.
Edit. Critir
.1,
Barrflona, 1979. p, 2,^,