en lugar de ser atenuada se aceleró de 5.1% en 1 9 6 0 - 1 9 7 3 a 18.0%
en 1 9 7 9 - 1 9 8 0 y finalmente el desempleo que en los sesenta había
sido 2.9%, se agudizó en forma tal que en 1 9 8 0 fue de 7.6% de la
fuerza de trabajo (ver cuadros 5 y 8 ) .
La evidencia histórica no puede ser más clara, y apunta hacia
una depresión deliberada del sistema productivo. Paradójicamente,
esta política ha logrado su objetivo, el de la revaluación internacio–
nal de la libra esterlina. Al "dios" de la moneda se le ha inmolado
la economía:
"Hoy, frente a la crisis, el neoliberalismo juega la carta de la
recesión y la austeridad. Su objetivo ya no es tanto el creci–
miento del producto bruto sino el de las ganancias en una
producción que se estanca. En realidad se trata de una opera–
ción conservadora por excelencia. Ya no se apunta a la crea–
ción de nuevas riquezas sino a la redistribución de las riquezas
ya existentes.
La aparición de preocupaciones exclusivamente
monetaristas
corresponde a las exigencias de esta nueva lógi–
ca: sacrificar la economía para salvar la moneda. "'^
En Estados Unidos, centro dominante del capitalismo industrial,
el credo ortodoxo ha dejado sentir también su influencia. Este
credo, revisado y bajo el nuevo ropaje de la "economía de la ofer–
ta" consiste, en esencia, en ta rehabilitación de la antigua Ley de
Say, y configura, bajo la reaganomía, un caso de "monetarismo
bastardo".
De acuerdo al monetarismo bastardo (como se verá en el capí–
tulo 4} el Estado es la causa de todos los males; la estanflación y el
estancamiento en la productividad son el resultado del exceso de
oferta monetaria, de impuestos y de regulaciones del mercado. En
consecuencia, la receta que se prescribe para que Bastados Unidos
recobre la grandeza y la posición hegemónica de los años cincuenta
es muy simple: volver al liberalismo económico del "dejar hacer,
dejar pasar" mediante la reducción de las tasas impositivas, la con–
tracción de la oferta monetaria, la eliminación de regulaciones de
mercado, y el restablecimiento del patrón oro.
Es importante, sin embargo, observar las diferencias entre el
caso inglés y el norteamericano. Mientras que el thatcherismo, con
todo realismo y crudeza, parte del principio de que la mejor tera–
pia a la inflación es la recesión y está dispuesta a pagar el costo
político del ajuste, la reaganomía vende falsas promesas a su pue–
blo a través de la economía de la oferta, estableciendo que la infla–
ción se puede reducir al mismo tiempo que se aumenta la produc–
ción y el empleo. En otras palabras:
"Las dos principales democracias de habla inglesa se encuen–
tran ahora en manos económicas conservadoras, pero las poli-
ticas y la postura pública de Margaret Thatcher en Gran Bre–
taña son muy diferentes de las de Ronald Reagan en Estados
Unidos. La Primera Ministra amenaza a trabajadores, empre–
sarios y ciudadanos como una muestro autoritaria discipli–
nando una clase desordenada. No tendrán trabajos, utilidades
o prosperidad mientras no acaben de inflar sus salarios y pre–
cios. Nuestro presidente promete desinfíación sin lágrimas, en
verdad con prosperidad. Alienta a ¡os sindicatos y a los em–
presarios para que continúen con sus actividades como lo han
hecho hasta ahora. Después de todo, la inflación es sólo culpa
del gobierno y todo lo que a nosotros, ciudadanos, se nos
pide, es aceptar las bondades fiscales y dejar de consentir a
los pobres."^*
El propio esquema de este monetarismo bastardo presenta con–
tradicciones inherentes, pues por una parte disminuye tas tasas de
impuestos para aumentar la tasa neta de ganancias, y por otra, con–
trae el crédito, aumenta las tasas de interés, y lesiona así la tasa de
ganancia. Estas políticas han llevado, ya desde el primer año de go–
bierno de Reagan no sólo a suscitar IEUS críticas de los economistas
neokeynesianos sino también a acentuar la pérdida progresiva de
confianza de la propia comunidad de Wall Street. Así, las contra–
dicciones y costos del monetarismo bastardo empiezan ya a evi–
denciarse (octubre de 1 9 8 1 ) :
"Las pruebas de un deterioro en la economía
estadounidense
van en aumento: dos bajas consecutivas en la actividad eco–
nómica, en dos trimestres seguidos; la caída en la producción
industrial en agosto y septiembre: el lento crecimiento del
empleo, la acumulación de inventarios de las compañías con–
forme las ventas se debilitan, la erosión de las ganancias de
las empresas [. . .]
"Desde el término de la Segunda Guerra Mundial, esta se–
ria la octava recesión. Sin embargo, tiene un significado espe-
ci<U. Es la primera prueba real de una teoría de control eco–
nómico —llamada economía de la oferta— y el compromiso
del Presidente a ella
f. .. ]