Los suicidad en la literatura - page 30

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Tema y Variaciones de Literatura 40
brosio, amigo del desdichado Grisóstomo, la responsabiliza de la
muerte de su amigo y la acusa de suprema crueldad. En el capítulo
xiv
, Cervantes, como antes dijimos, permite que el personaje reali-
ce su propia apología, misma que ha sorprendido a propios y extra-
ños, y a más de uno han dejado molesto y atónito. Tal es el caso de
Diego Clemencín, comentarista cervantino previamente citado, quien
al respecto, al quejarse del personaje, dice lo siguiente: “El sermón
de Marcela es impertinente, afectado, ridículo y todo lo que se quie-
ra”. Y continúa: “La aparición de la pastora
homicida
en este trance,
su disertación metafísico-polémico-crítico apologética, su descoco
y desembarazo y su bachillería y silogismos quita a este episodio el
interés que pudieran darle el carácter y muerte del malogrado Gri-
sóstomo” (las cursivas son mías). Al final concluye: “(Grisóstomo),
a quien no puede menos de mirarse como un majadero en morirse
por una hembra tan ladina y habladora”.
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Como puede verse la defensa de Marcela ha provocado reaccio-
nes intensas y viscerales.
Pero veamos qué dice exactamente nuestro personaje. La “pas-
tora” admite ser bella, y cree que por esta razón, al parecer, los
hombres se enamoran de ella; sin embargo, la moza aclara que el
que una joven sea amada por otro, no quiere decir que forzosamen-
te ésta tendrá que amar a quien la ama. Pues, aunque se acostumbra
decir que una suele amar lo bello, podría ocurrir que quien la ama
fuera feo. Si tal es el caso, más que producir amor, lo que generaría
es aborrecimiento. Y más aún, se supondría que si alguien la quiere
a una y es feo, sonaría extraño que una joven tuviera que pensar:
“tienes que amarme aunque yo sea feo”. Una segunda situación se-
ría que ambos fueran hermosos, pero hasta en ese caso, los deseos
no se dan del mismo modo. Yo puedo amar la belleza de otro(a), y
aunque sea bello(a) no suscitar amor en el otro(a). Porque no ocurre
porque sí, hay hermosuras que no enamoran, algunas “alegran” la
vista, pero “no rinden la voluntad”. Concluye que: “no todas las be-
llezas enamoran y se rinden al otro”, pues esto supondría que de-
seos y sujetos hermosos habrían de ser infinitos. Pero el amor es
uno, indivisible y voluntario. Si es así, explica Marcela, por qué
voy a querer a la fuerza. Y aún más si ella fuera fea, ¿podría quejar-
se acaso de que nadie la amase? Finalmente la hermosura –o la
fealdad– no dependen de la voluntad de la persona. Uno la recibe
sin haberla solicitado: es un don que da el cielo. Por lo mismo, nin-
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Quijote, Ortells, p. 1142.
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