Los suicidad en la literatura - page 31

Myriam Rudoy C. 
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guna mujer puede ser reprendida por ser bella. El argumento se
hace aún más fuerte. Una mujer honesta, dice Marcela, es: “fuego
apartado” o “espada aguda”. Lo primero, porque no quema y la se-
gunda, porque no corta a quien se acerque a ambos. Honra y virtu-
des son adornos del alma que el cuerpo también debe tener. Enton-
ces, no hay razón para perder la honestidad, pues el que una mujer
sea amada incluso si lo es intensamente por otro, y no se trata de
algo compartido, sería deshonesto torcer la voluntad de otro. Y con-
cluye que uno nace libre. Así, ella ha elegido vivir en: “la soledad
de los campos” y junto a la naturaleza. Su compañía son los árboles
y las aguas de los arroyos y a ellos comunica sus pensamientos.
Aclara también Marcela que ha sido consecuente puesto que no le
ha generado falsas expectativas a nadie. Y si no ha dado esperanza
a nadie no puede ser responsable de acto alguno realizado por otro.
A Grisóstomo lo mató “su porfía” y empecinamiento. Pues aunque
fueran honestos sus pensamientos, ella no estaba obligada a corres-
ponder a ellos. En ese lugar donde se encuentran todos los convoca-
dos de la historia, el sitio donde Grisóstomo conoció a Marcela, en
ese mismo espacio le participó la pastora a él que su decisión era
vivir en perpetua soledad, sólo queriendo que la tierra gozara con
su “recogimiento” y luego se quedara con los “despojos de su her-
mosura”. Por ello, dado que Marcela no le dio esperanza alguna a
Grisóstomo, no se siente ésta responsable en absoluto de su muerte.
Así pues, Marcela dice no ser cruel ni homicida. Más aún cuanto
que no ama a ningún otro ser humano. Por tanto, no puede haber
celos, desengaños o desdenes. A Grisóstomo lo mató “su impacien-
cia y arrojado deseo”. Marcela ha sido fiel a su decisión y obra con
honestidad y recato. Es limpia porque sólo quiere la compañía de
los árboles y no de los hombres. Y quiere conservar su honestidad
tal como la tiene. Además, dado que posee una herencia propia, no
aspira a tener riquezas ajenas. Esto le permite decidir en plena li-
bertad. No quiere vivir sujeta a nadie. Conversa con otras zagalas,
cuida sus cabras, camina con ellas por cerros y montañas, contem-
pla la hermosura del cielo, paso previo a regresar a la primera mo-
rada: el cielo.
Marcela, hija de una madre que muere en el parto, no se quiere
casar, no quiere imitar o continuar el destino de su madre, por eso
su decisión es otra. E indica que quiere continuar siendo célibe.
Como podemos ver, tenemos en cuerpo y alma un proyecto de vida
distinto del imperante y transgresor respecto de su tiempo.
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