Fernando Martínez Ramírez
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verdad? Una función, una ficción, un motor o, en términos derri-
dianos, un supletorio, al que le llamamos ontológico.
Estas teorías, en tanto
analíticas especulativas
–Foucault, De-
rrida, Freud, Nietzsche, etc.–, renuevan la mirada, reinventan la
verdad, crean objetos de estudio más allá del ámbito del que sur-
gieron, son interdisciplinarias, nos permiten reflexionar sobre la
manera como pensamos y los conceptos que utilizamos. Pero todo
esto lo han hecho siempre los pensadores revolucionarios en todos
los ámbitos del saber: son origen de discursividad, como dice Fou-
cault.
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Platón y la eidética, Aristóteles y las causas del ser, Kant y el
apriorismo trascendental, Freud y el inconsciente, Fernando Or-
tiz-Ángel Rama y la transculturación narrativa, Antonio Cornejo
Polar y la heterogeneidad sociocultural… Desde luego, esto nos
obliga a conocer más de los que teníamos previsto en el momento
en que nos acercamos a la literatura y convertirnos estudiosos de
la misma. Por eso es más fácil resistirse a la teoría que asumir nues-
tra indigencia o ignorancia.
A nivel conjetural decimos que existe la teoría literaria latinoa-
mericana. No es, desde luego, un corpus homogéneo de conceptos
y de hipótesis, porque diversos autores han contribuido dialéctica-
mente a su configuración. Sin embargo, a nuestro parecer este
cor-
pus
alcanzó uno de sus momentos más lúcidos con la teoría de la
transculturación narrativa de Ángel Rama, la cual ha transitado
muy lentamente de tener un mero carácter heurístico-descriptivo a
otro predictivo, sobre todo ahora que las literaturas indígenas del
subcontinente reclaman su propia voz, alternativa, y las hipótesis
de Rama encuentran una renovada aplicabilidad. Antes de explicar
cómo sucede esto, veamos qué relación guardan, en el ámbito de
los estudios literarios, teoría, crítica y metodología.
Suele suceder que en los estudios literarios hay teorías que se
quedan en sí mismas, sin arrojar forma de entendimiento alguno
sobre su objeto de estudio: en el mejor de los casos se erigen en
especulaciones filosóficas y sólo de manera tangencial generan un
saber literario. Estas filosofías, cuyo pre-texto es la obra literaria,
en la medida en que develan nuestras ansiedades metafísicas y ha-
blan de la condición humana, se independizan de su imaginario
objeto de estudio y se vuelven obras en sí mismas,
poiesis
litera-
rio-filosóficas. Un ejemplo deslumbrante en este sentido lo cons-
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Michel Foucault, “Qué es un autor”, en
Entre filosofía y literatura
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Revista_43.indb 195
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