Tema y Variaciones 43 - page 219

Alejandro Anaya Rosas
217
Volvemos de nueva cuenta a las polaridades, a los tiempos y
las historias. De aquellas dicotomías rescataré una para mi re-
flexión: superficialidad-profundidad. Superficie, que nos conduce
a la expresión “de pasada”, o sea banalidad, rapidez; un tiempo
apresurado y feroz que le arrebata a cada instante su dosis de ra-
ciocinio; donde todo es maquinal: “modernidad” o “posmoder-
nidad”. Paralelamente está el acercamiento de quien observa con
atención, la mirada que se cuela por los resquicios de cada suceso
para atrapar la esencia de estos en un plano cercano a lo atempo-
ral: la inmediatez con todo lo profundo, con la religión y los mitos,
con los sentimientos, que no sentimentalismos. Ya no se es un su-
jeto lejano del centro del mundo,
6
preso en el calabozo de la ob-
jetividad hegemónica y su cientificidad. El “indígena” está inme-
diato al hecho que le circunda y de alguna manera le afecta, no
puede abstraerse de su entorno; es capaz de acariciar la esencia
de cada acontecimiento natural o, inclusive, creado por el hombre
a manera de artificio; no olvidemos lo que dice Eliade: “es seguro
que todo lo que el hombre ha manejado, sentido, encontrado o
amado, ha podido convertirse en hierofanía”.
7
Entonces no sería
arriesgado pensar que en muy diversas ocasiones el indígena no
ha llegado a comprender las imágenes virtuales como una imita-
ción o apariencia de la realidad misma, sino como algo auténtico
e inmediato. Los hologramas, en este contexto, no serían meras
representaciones de algo o alguien, sino formas verídicas y fantas-
males, auténticos reflejos del alma. En el universo indígena a la
muerte se le teme y se le respeta, porque a diario se acerca a ella,
se convive con ella y sus símbolos; deja de ser un acontecimiento
orgánico que transforma la materia y que desaparece al ser huma-
no del cosmos, o a cualquier otro ser vivo. Es más que eso. Con la
muerte se logra la trascendencia, se renace, se va a otro mundo
–o se regresa al mismo encarnando otra piel–; con la muerte se
suceden reencuentros con los dioses o con los antepasados.
6 
“El Centro es, ante todo, el origen, el punto de partida de todas las cosas;
es el punto principal, sin forma ni dimensiones, por lo tanto indivisible, y, por con-
siguiente, la única imagen que pueda darse de la unidad primordial. De él, por su
irradiación, son producidas todas las cosas, así como la Unidad produce todos los
números, sin que por ello su esencia quede modificada o afectada en manera al-
guna. ” René Guénon,
Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada
, p. 98.
7
Mircea Eliade,
op. cit
., p. 35.
Revista_43.indb 217
05/11/14 08:55
1...,209,210,211,212,213,214,215,216,217,218 220,221,222,223,224,225,226,227,228,229,...246
Powered by FlippingBook