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Tema y variaciones de literatura 43
I
o popular excluye a las élites, la
alta cultura
excluye a lo popu-
lar: ambas aserciones encierran un carácter hostil; parten de
principios de exclusión, enfrentamiento, imposición, displicen-
cia, menosprecio. Polaridades opuestas, la
alta cultura
y la
cultura
popular
han sabido sobrevivir con aparente distanciamiento entre
ellas; se adaptan a las circunstancias, se repiten para no morir.
Pero la una silencia a la otra, pues, si bien la historia nos ha ense-
ñado que algunos valores son simbólicos –mitos, religiones, tradi-
ciones populares–, del mismo modo nos ha demostrado que con
este tipo de categorías también es posible lucrar, revirtiendo ese
valor simbólico a tasación mercantil. Vemos, por ejemplo, que
ciertos acontecimientos periódicos, como el Carnaval de Río de
Janeiro, han ido enterrando en lo profundo de la memoria el ger-
men de su celebración: el tiempo litúrgico que prepara a los cató-
licos para la Pascua o la consagración de la primavera como rito
pagano, anteponiendo la fisonomía del deslumbramiento noctur-
no, de la fiesta, del extravagante flirteo que se da en las Bolas del
Carnaval… y hasta el de la competencia. En este caso lo popular
se distiende hasta abarcar esferas inimaginables, como la oferta
vacacional y las ganancias millonarias que el evento anual aporta
al sector turístico. Pero no muchas veces existe un reflejo positivo
“para-con” la gente de los suburbios: las escuelas de samba de
los barrios, las denominadas de “tercera división”, poco o nada
se ven beneficiadas con el Carnaval más famosos del mundo, por
supuesto que hablo aquí en términos de capital. En esta hetero-
geneidad, donde las personas que participan en dicha celebración
tan sólo como espectadores, enceguecen ante las luces y la fiesta.
Y tanto lo “popular” como lo hegemónico convergen de forma
extraña, únicamente para que cada posición muestre, sin que la
parte antagónica ponga reparos, la imagen que quiere mostrar:
ellos, el pueblo, las escuelas de samba de “tercera división”, el
fruto del esfuerzo, del entrenamiento y de la disciplina que impli-
ca el baile colectivo; los otros, la fiesta dionisiaca, lo turístico, la
entrada al Sambódromo de Río –cotizada en dólares. Y es enton-
ces que el tiempo ritual y primigenio, el sagrado, se entreteje con
el tiempo profano, creando una especie de tiempo híbrido donde
la música, los colores, los cuerpos casi desnudos detonan en apa-
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