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Tema y variaciones de literatura 44
El lector debe resolver un doble misterio en
Donde deben
estar las catedrales
: un misterio religioso, un misterio de amor ho-
mosexual. Se utiliza el término misterio para colocarse en la pers-
pectiva narrativa represiva: en la actualidad no hay culpa o misterio
alguno en la unión de personas del mismo sexo y en que dos reli-
giosos cuelguen sus hábitos, se casen y tengan un hijo.
Un elemento sintomático de la represión heteronormativa es
el hecho de que casi no hay diálogos en la primera parte. Se trata
de seres solitarios a la deriva. Hay rumores, subcapítulos enteros
dedicados a dar voz a las hablillas que circulan en el pueblo. La pa-
labra individual desaparece o se somete al coro comunal. En este
contexto, dos palabras se repiten incesantemente a lo largo de la
narración: extrañeza y destino. La primera es la palabra con la que
ellos mismos encubren la relación que construyen los personajes
con el mundo, una especie de alibí, para no encarar, verbalizar su
diferencia. La segunda es la manera de explicar su sumisión. Las
fuerzas del destino operan sobre ellos, ante ello, no hay nada qué
hacer: la extrañeza, es decir, la diferencia también sería obra del
destino, de tal forma que ellos son víctimas que nada pueden ha-
cer. La represión de la diferencia se acepta resignadamente. Sin
embargo, los términos no están separados, forman parte de la
manera en que cedieron terreno.
Aislamiento y extrañeza forman parte de su incapacidad de
decirse, remitiendo el esfuerzo por verbalizar al orden de lo impo-
sible. Las fuerzas sociales operan como una mordaza contra la di-
ferencia.
Sin palabras, y en abierto contraste con otras estrategias para
domar, Baldomero Berumen se comunica con las bestias de mane-
ra más profunda y segura. Su comunicación deja huellas concretas,
transforma. Logra domarlas en unos cuantos días. En un frente a
frente logra imponer todo lo que sucede en el silencio, su estrate-
gia de domar, sus deseos. Es conocido por ello.
Ahí se enfrentaba al potro, a la mula o al macho bronco y empezaba
una lucha muda y sorda donde solamente se escuchaban las dos res-
piraciones —la del hombre y la de la bestia— rítmicamente, alter-
nándose. Él mismo decía que el secreto del amansador sólo estaba
en su respiración: era un buen deportista. No era como los otros
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