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Tema y variaciones de literatura 44
incesantes, en cadena: se producen en un frenesí de autodestruc-
ción (de la misma manera que la serie de puñaladas que se da Bal-
domero Berumen y el cáncer que somatiza Crescencio Montes).
En el caso del joven sin nombre, no conocerá el nombre de
sus padres (no exijamos verosimilitud en un relato comandado por
un imperativo expiatorio extremo). No ascenderá a reinado algu-
no. Desde el punto de vista hagiográfico, consagraría su vida a ex-
piar culpas de sus padres, es decir, el haber roto los votos religio-
sos. En la actualidad no habría delito que perseguir; en un
contexto religioso antiguo, se trataría un crimen sin nombre, de
un pecado de lujuria escandaloso. Amor y culpa se enfrentan en
la arena narrativa de
Donde deben estar las catedrales
. Son las
fuerzas de Tánatos las que salen triunfantes. Freud señala que esta
lucha es responsable de “El malestar en la cultura”:
Los síntomas de las neurosis son esencialmente satisfacciones susti-
tutivas de deseos sexuales incumplidos […] toda neurosis esconde
un monto de sentimiento de culpa inconsciente, que a su vez conso-
lida los síntomas por su aplicación en el castigo […] Cuando una aspi-
ración pulsional sucumbe a la represión, sus componentes libidinosos
son traspuestos en síntomas, y sus componentes agresivos en senti-
miento de culpa.
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Donde deben estar las catedrales
es una novela dura, en especial,
la segunda parte. Se puede decir que es un festín masoquista en
que el personaje sin nombre se entrega a una serie de pruebas que
lo llevan incluso a perder su libertad y a la hoguera, después de in-
fectarse de una enfermedad venérea que le carcome la piel. Resul-
ta increíble que con una enfermedad tan grave tenga fuerza para
trabajar desnudo en las minas, someterse al látigo del capataz,
que seguramente buscó con afán y luego ser condenado a la ho-
guera. Para el relato, más que la verosimilitud, importa la realización
del delirio masoquista. Importa trabajar cuerpo y alma de manera
extrema. El joven sin nombre necesita un amo cruel, que no en-
cuentra en el gobernador, dechado de modernidad permisiva.
Nada mejor que la inquisición, para su voluntad de autocastigo.
Hijo de dos desertores de la iglesia, de un sacerdote y de una
monja y educado por eclesiástico perseguido por la Inquisición, la
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Sigmund Freud,
El malestar en la cultura
, p. 134.
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