Antonio Marquet Montiel
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intensificación de la marginalidad es fuerte en este joven que ter-
mina en la hoguera. De todas formas, su historia queda cincelada
en piedra y en la fachada de la “catedral”. Alguien, un artista, el
escultor, la considera ejemplar, digna de contarse, no con pala-
bras, sí en la piedra, para quedar en la fachada. Es en este punto
donde sirve como pivote para la religiosidad de Severino Salazar,
quien como los padres del personaje deja, no los votos, privilegio
que Seve no tuvo, sino la educación religiosa que hubiera condu-
cido al pronunciamiento de los votos.
Donde deben estar las catedrales
debe entenderse también
en el contexto de la religiosidad de Severino Salazar. Se trata no de
una Iglesia de los buenos, ficción hipócrita. La Iglesia debe ser la
de los pecadores: la de prostitutas, sodomitas y alcohólicos. Es de-
cir, quienes han perdido la ruta, quienes se han entregado a los
excesos, excesos no vistos como pecados, sino como problemas
humanos que deben ser elaborados, antes que condenados. Se-
verino Salazar aboga por una Iglesia de acogida; antes que por
Iglesia punitiva, persecutoria. Severino Salazar señala en entrevista
con Vicente Francisco Torres abiertamente que: “Simplemente es-
cogí a la gente más fregada y sobre ella trabajé. No me interesan
tanto los buenos como los malos”.
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La obra de Severino Salazar no puede ser comprendida si no
se aborda una triple temática: religiosa, homosexual (el protocló-
set) y regional. Hay una triple reivindicación en
Donde deben estar
las catedrales
. Es la religiosidad de un condenado. Para la ortodo-
xia, la novela es herética. Para el canon literario, una novela reli-
giosa que aborde el clóset en la provincia, que novele el Virreinato
no es precisamente lo más deseable. Para pensar la narrativa de
Severino Salazar hay que meditar en su originalidad, en sus reivin-
dicaciones, en sus apuestas extremas, en sus angustias religiosas,
en su pensamiento expiacionista. Ni la religión, ni la provincia eran
los temas de la narrativa de la década de los ochenta cuando la
saga de Severino Salazar comienza. Él tiene que abrirse paso con
esas temáticas en el horizonte literario de finales de siglo.
20
19
S. Salazar,
Obras reunidas
, p. 317.
20
“Juan Rulfo, Agustín Yáñez, José Rubén Romero, Mauricio Magdaleno
eran parte de un pasado ya superado. Incluso se les atacaba; aunque ellos habían
sido los padres literarios y maestros de la nueva generación.” “Mi proyecto litera-
rio: la provincia, lo rural” (
Ibid
., p. 322).
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