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Tema y variaciones de literatura 44
n 1985 conocí a Severino Salazar. Estaba deslumbrado por la
lectura de su primera novela,
Donde deben estar las catedrales
(1984) y asistí, el 19 de febrero de 1985, a su presentación.
Después de una breve plática, él me regaló el manuscrito que leyó
en la velada, mismo que publiqué en el periódico
El Nacional
. A
partir de esa noche nos frecuentamos y nos hicimos amigos, a tal
grado que llegó a pedir mi opinión sobre su segunda novela,
El
mundo es un lugar extraño
. Como la lectura de ese original no
dejó tiempo para leer el libro del que debería entregar mi reseña
semanal en el diario mencionado, me atreví a publicar mi opinión
sobre lo leído bajo el título de “Radiografía de un libro nonato”.
Cuando volvimos a vernos, él estaba risueño porque sus herma-
nos, quienes vivían en Estados Unidos, habían llamado para decir-
le que era tan famoso que hasta comentaban sus libros antes de
publicarse.
El Nacional
, quizá por ser el diario del Estado, tenía un
alcance extraordinario, pero lo cierto fue que ese desplante perio-
dístico sirvió para que, cuando se publicó esa novela en 1989, Se-
verino tuviera la generosidad de dedicármela. Pero antes había te-
nido lugar otro episodio de camaradería: cuando el narrador Luis
Arturo Ramos era director de publicaciones de la Universidad Ve-
racruzana, le sugerí la edición de dos volúmenes de cuentos:
Las
aguas derramadas
, de Severino Salazar, y
Amores de segunda
mano
, de Enrique Serna. Luis Arturo los publicó en la colección
Ficción, de gran prosapia pues en ella se habían publicado libros
como
La semana de colores
, de Elena Garro, y
Dormir en tierra
, de
José Revueltas.
He releído
Donde deben estar las catedrales
al menos en tres
ocasiones. Me siguen asombrando su sobriedad expresiva, la osa-
día de su forma y sus planteamientos filosóficos. En cada lectura
nueva la entendí mejor, pero la relectura de sus otras novelas ya
no arrojó los mismos resultados que cuando las leí originalmente
y publiqué mi libro
Esta narrativa mexicana
. El resultado de esa ex-
periencia lectora es lo que entrego en las siguientes páginas.
1
Donde deben estar las catedrales
tiene dos historias indepen-
dientes.
1
Lo que en reiteradas ocasiones he escrito sobre su primera novela, no ha
cambiado sustancialmente. Por eso retomo lo que escribí sobre ella en
Esta narra-
tiva mexicana
, pp. 323-329.
E
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